Atrapados por las deudas, cada vez más españoles se agarran al tráfico de hachís como tabla de salvación de sus precarias vidas o, simplemente, en busca de un alivio económico. La crisis golpea y deja sin alternativas a hombres de negocios, electricistas o funcionarios que viajan a Marruecos atraídos por montantes de dinero fácil y rápido a cambio de cargar con chocolate. Ignoran lo que les espera si la policía marroquí los descubre. Como mínimo, un año de prisión en condiciones francamente infernales.

Los reclusos españoles en Marruecos, unos 250, viven hacinados en cárceles que tienen capacidad para 20.000 presos. Encierran, sin embargo, a más del triple, alrededor de 69.000. Buena parte de los reos españoles están encarcelados en la prisión de Tánger y han sido condenados por tráfico de hachís a penas inferiores a cinco años.

El padre de Chimo tiene 47 años y ya ha empezado a perder peso aunque solo lleva dos semanas en una de esas celdas de la cárcel de Tánger donde los reos españoles viven apelotonados, faltos de higiene, mal alimentados y sin agua caliente. Cada día, al despertar tumbado en un suelo pavimentado y lleno de grietas por el que corren ratas y cucarachas, se renueva su malsana pesadilla. Pasa el tiempo pensando en la familia, en su trabajo como electricista y en los arduos meses de paro. "Ultimamente no había faenas y tenía que salir adelante. Se agarró a un clavo ardiendo", le defiende su hijo Chimo, de 26 años de edad.

PASAPORTE CONFISCADO Padre e hijo, también parado, llevaban escondidos en los bajos del coche 15 kilos de cannabis que les han hundido aún más en la desgracia. "Te juro que no sabía lo que llevaba. ¡No le quise dejar solo y por eso vine!", grita Chimo. Era la primera vez que viajaban a Marruecos. Estrenaron pasaporte, que fue, junto con el móvil, confiscado por las autoridades marroquís. Su padre asumió toda la responsabilidad y por eso el joven quedó en libertad después de pasar dos largas noches sobre el suelo de un siniestro calabozo.

5.000 EUROS Hasta que el juez le devuelva el pasaporte, Chimo está retenido en Marruecos. El joven, para evitar gastar el dinero que no tiene, dedica los días a hacer sudokus, a visitar a su padre y a negociar con el abogado la reducción de la pena de dos años de su progenitor. Posibilidad que pasa, dice, por abonar 5.000 euros.

Cuando se pregunta a otros españoles encarcelados por qué vinieron a Marruecos, siempre responden: "La crisis... ".

"Perdí el empleo. Debía pagar una deuda y mantener a un hijo. ¿Qué podía hacer?", comenta M. Es otra de las últimas víctimas de la crisis económica. Fue detenida cuando intentaba cruzar a Algeciras con 10 kilos de hachís. Su calvario carcelario comenzó el primer día, cuando tuvo que sobornar a las funcionarias para llamar por teléfono. "Además, les tenía que hacer masajes y depilarlas para salir al patio", cuenta.

"¡Por favor, no bajen a cargar! El sufrimiento no es comparable con nada y se va una fortuna en sobornos", advierte J. L. a todos aquellos tentados de traficar con hachís desde Marruecos. En las últimas semanas ha visto entrar en la prisión de Tánger una media de dos españoles por día. Algunos son puestos en libertad en unos días. Pero, según el consulado, 15 españoles han sido encarcelados con sentencia firme en Tánger desde el 20 de abril.

"PIENSAN QUE ES PAN COMIDO" "Los presos son de edad avanzada y no conocen nada del país. Piensan que no hay vigilancia y que pasar el cargamento a España es pan comido", asegura una fuente del departamento de detenciones del consulado español en Tánger. Día y noche sale corriendo a la comisaría o a la gendarmería de Tánger después de recibir avisos de los "nuevos que han caído".

María acaba de salir de la prisión y durante cinco años tiene prohibido pisar Marruecos. "Solo llevaba un kilo y me ha tocado comer patatas con cucarachas, he visto a una mujer morir, a otras contagiadas de hepatitis...", recuerda. Y tras un largo suspiro dice: "¡Un horror, un horror! Vamos, nunca más!"

El consulado español en Tánger, ante el creciente número de expedientes por tráfico de hachís, estudia impulsar una campaña para que, al menos quienes dudan, abandonen la idea a tiempo.

"Yo voy a verles una vez por semana y la mayoría están en prisión empujados por la situación económica --dice José de Carvajal, el cónsul español en Tánger--. Aunque también los hay que se dedican a este mundo". El último dato que tiene de reclusos españoles en la cárcel de Tánger es de 157. Sin embargo, el prolongado curso de la crisis económica, nacional e internacional, hace temer lo peor.

Además, los expertos consideran que la recesión provocará un aumento de la pequeña delincuencia cuando las personas que han perdido el empleo dejen de percibir el subsidio del paro, circunstancia que todavía no se ha producido de forma masiva.