En la sala de al lado, junto a un rincón lleno de juguetes, su hija, un torbellino de pelo azabache, hace dibujos en un folio. Mejor que no escuche. Aunque ha salido adelante, el relato que Shabana Choudry cuenta en la comisaría de los Mossos de Ciutat Vella sigue siendo demasiado triste. Durante casi tres lustros, esta paquistaní de 44 años sufrió maltrato psicológico por parte de su marido. Al final, llegaron los golpes. "Cuando comenzó a pegarme, ya vivíamos en Barcelona", recuerda, y detalla el aislamiento en que vivía. "No hablaba el idioma; no tenía a nadie de mi familia ni a ninguna amiga; no sabía que la policía aquí iba a ayudarme pues en mi país da miedo", comenta. A eso se suma el peso de la tradición. "Temía que si me divorciaba iba a decepcionar a mi familia".

Shabana personifica los condicionantes que convierten a muchas inmigrantes en víctimas perfectas para el maltrato. Según el Observatorio de la Violencia de Género, en el primer trimestre del 2013 el 34% de las denuncias presentadas en España por violencia machista fueron de extranjeras, lo que supone que la incidencia de esta lacra entre las foráneas triplica a la de las españolas. En lo que va de año, una de cada cuatro asesinadas por sus parejas era extranjera.

En el caso de Shabana, una visita a su médico de cabecera le permitió romper el cerco. "Me vio mal; me preguntó lo que me pasaba. Yo en un principio no quería decírselo, porque era una cosa privada. Era mi secreto. Pero insistió y yo se lo conté", dice antes de relatar cómo en ese momento se activó un proceso vertiginoso. Su caso era de máxima prioridad. "No volví. Me dejaron a mí y a mi niña, que entonces tenía meses, a cargo de unos mossos que no se separaron de mí hasta que me encontraron sitio en una casa de acogida".

Tras pasar tres años ahí, la mujer abandonó esa casa hablando castellano y, sobre todo, segura de sí misma. "Había dejado de considerarme una cosa", cuenta, y explica: "Los hombres cambian de país pero no de ideas, y temen que aquí sus mujeres se contagien de la libertad. Por eso para muchas mujeres aquí hay mucho más control que en Pakistán". Shabana ahora es un referente. Aunque los mossos siguen monitorizando su caso, ella ha fundado la Asociación Cultural Saha, dedicada a ayudar a mujeres extranjeras.

Shabana cuenta su relato en el despacho que en la comisaría de los Mossos en Ciutat Vella tiene la agente Isabel Molina, que coordina el Grupo de Atención a la Víctima. Con la perspectiva de los seis años que lleva dedicada a esa labor, la mossa asegura: "Cada vez recibimos a más mujeres extranjeras que vienen a denunciar. Paquistanís, indias, chinas. Nos da la impresión de que poco a poco pierden el miedo".

Aunque cada caso es distinto, Molina detecta que las mujeres, extranjeras o españolas, cada vez tardan más en denunciar la violencia que sufren. "Se lo piensan mucho. Te dicen que ellas no tienen trabajo, que el único ingreso que entra en casa es el de su marido, y se preguntan cómo van a salir adelante", dice esta mossa, que lanza un mensaje a cualquier mujer que esté pensando si denunciar o no: "Le digo que no aguante, que venga y denuncie ante los Mossos. Que la protegeremos y la ayudaremos a salir adelante. Que hay medios e instituciones para apoyarlas".