TCtuando a una reivindicación que persigue restaurar una serie de derechos arrebatados a través de una clarísima injusticia, se le califica de "victimista", es que hay algo que no funciona. ¿Se atrevería alguien a adjudicar semejante calificativo a las víctimas del 11-M, a las de ETA, a las del 11-S, o a las de los atentados de Bombay? ¿A cualquier víctima, sea cual fuera el origen del desastre que provocó su daño?

Es lamentable que todavía haya personas que, por el mero hecho de no comulgar con las ideas de otros, no reconozcan el sufrimiento ajeno, e intenten menospreciarlo con calificativos que buscan su descrédito. Y lo más lamentable del caso es que estos calificativos vengan de sectores que han tenido setenta años para llorar a sus muertos.

Como dice José Antonio Martín Pallín , "las heridas de los vencedores tuvieron un largo y delicado tratamiento, debían de haber cicatrizado. (-) Los vencedores están mal acostumbrados a decidir lo que se puede y lo que no se puede hacer. (-) Sólo ellos pueden tener memoria y el monopolio de la verdad"

¿Y qué dirían los que se niegan a recuperar los cuerpos que quedaron en las cunetas y junto a las tapias de los cementerios, si su abuelo o su padre estuvieran entre ellos; qué dirían si les hubieran confiscado sus bienes; si los que nunca han pedido perdón, les pidieran ahora el olvido? Pero la memoria no se puede amordazar, ni siquiera con calificativos que pretenden silenciarla. Lo quieran algunos o no, hay más víctimas que las que ellos reconocen. Víctimas, sí, con todo el dolor, y con todo el derecho.