TEtmpiezan a aparecer a finales de verano, principios de otoño, como fantasmas ausentes. Delgados, perdidos, renqueantes, arrastran su desamparo por las calles, por las carreteras, sin comprender nada. Galgos que ya no sirven a sus dueños, quizás por viejos, porque no rinden lo que su egoísmo pide, porque ya no compensan, no son rentables y son abandonados a su suerte, mala, perra. Triste final para estos animales que olvidaron su nombre porque nadie les llama. El destino está escrito en sus ojos tristísimos. A lo peor acabarán en alguna perrera municipal, campo de exterminio bendecido a hisopazos de indignidad, sordidez a la medida del incivismo civilizado. A lo mejor, reventados en una cuneta, partidos por la mitad, con las tripas fuera, muerte más digna quizás buscada adrede en un último atisbo de lucidez. Son fieles a su cita con mi rabia y alimentan mi odio por sus dueños hipócritas, indignados año tras año cuando alguien les critica su podredumbre moral, su miseria. Hay un infeliz de estos al que veo diariamente. Intento darle de comer, pero huye asustado a poco que me acerco. Escarmentado andará de los humanos.

Leo que a De Juana Chaos , el etarra, el asesino, el gran cabrón, lo han traslado de la cárcel a un hospital y está siendo alimentado a la fuerza, con una sonda nasogástrica, para recuperar su salud mermada por la huelga de hambre que mantiene. El no quiere. Berrea el putón diciendo que lo hacen por motivos políticos y no humanitarios. Mientras ansío que la sonda le salga al tal por el mismo culo, siento que el pobre galgo se me va a morir. Todo inútil: así de injusta puede ser la vida a veces. jabuizaunex.es