Las minas de Almadén, en Ciudad Real, que durante décadas fueron el mayor yacimiento mundial de mercurio y el estandarte de las exportaciones españolas, se han convertido en el paradigma de los nuevos tiempos que corren para este singular y peligroso metal: permanecen cerradas desde el 2002 a la espera de convertirse en un depósito seguro donde guardar los frutos de la pasada actividad minera. "La instalación está totalmente diseñada y a la espera de los permisos para empezar a construirla", avanza Félix López, investigador del CSIC en el Centro Nacional de Investigaciones Metalúrgicas de Madrid. López ha patentado un sistema para inmovilizar el mercurio integrándolo dentro de un cemento polimérico muy estable.

El mercurio se ha usado con profusión en numerosos procesos industriales y productos cotidianos, desde termómetros hasta pinturas, cosméticos, interruptores eléctricos, airbags o detergentes, pero ahora está desapareciendo a marchas forzadas de nuestro mundo a la estela de los incontables estudios que advierten de su elevada toxicidad. El mercurio es particularmente peligroso por los gases que desprende, que pueden llegar al aire o al agua y acabar formando parte de la cadena alimentaria.

La legislación internacional va a la estela de la ciencia. El pasado octubre, 140 países firmaron en la ciudad japonesa de Kumamoto un acuerdo de buenas intenciones para reducir progresivamente el uso del mercurio y buscar "alternativas asequibles y seguras". La Unión Europea ha ido un poco más allá con la adopción de diversas directivas que regulan o limitan su uso, la principal de las cuales es la prohibición de extraer o exportar nuevo mercurio. También se recomienda no utilizarlo en termómetros o pilas, una prohibición que entrará en vigor en el 2016. Y para el resto de la industria se prevén severas restricciones a partir del 2020.

Alternativas para todo

Según Leticia Baselga, de Ecologistas en Acción, todas las aplicaciones actuales tienen alternativas "y si el cambio no se consuma es por presiones de la industria". En España y otros países desarrollados, el sector del cloro y el PVC es el principal consumidor, pero en el conjunto del mundo el principal uso del mercurio es servir para depurar el oro y otros metales en minería. "El interés del mercurio radica en que es capaz de disolver otros metales", resume Claudi Mans, catedrático emérito de la Universitat de Barcelona (UB).

En la industria del cloro y sus derivados, prosigue Mans, el mercurio se usa en el proceso de electrólisis que permite separar los componentes de la sal común: "Es un proceso muy útil porque, si añades agua, puedes obtener también sosa cáustica e hidrógeno, al margen de la amalgama de mercurio". Mans afirma que hay procedimientos alternativos, como el uso de membranas, pero que el elevado coste que supone la sustitución de las viejas instalaciones está retrasando su adopción. En Cataluña, por ejemplo, según la Generalitat, solo el 15% de la producción en las tres plantas de cloro existentes se obtiene mediante sistemas de membranas. El resto es con mercurio.

A la espera del futuro depósito de Almadén, donde posiblemente también acaben yendo residuos de otros países, el mercurio recogido de forma segura se lleva primero a plantas de tratamiento y, posteriormente, a otra planta de reutilización en Alemania. Ese es el destino de termómetros, lámparas y pilas. Assumpta Farran, directora general de Qualitat Ambiental de la Generalitat, comenta que numerosos sectores están abandonando el mercurio antes incluso de que sea algo obligatorio y recuerda que objetos de gran uso, como las bombillas y los fluorescentes, cada vez tienen menos. Lo mismo sucede con las pilas clásicas, que están perdiendo cuota de mercado frente a las baterías recargables de litio.

La misma transformación han sufrido los dentistas con las tradicionales amalgamas. "Las recomendaciones de la OMS y factores estéticos, como lograr empastes que no sean grises, han impulsado la sustitución del mercurio por materiales plásticos como el composite", resume Josep Lluís Navarro Majó, presidente del Colegio de Odontólogos de Cataluña. El cambio en muchos hospitales públicos también ha sido veloz y en menos de cinco años han desaparecido por completo los viejos termómetros de mercurio, sustituidos por modelos digitales.