Semir tenía 15 años cuando el año pasado un juez de Treviso (norte) anuló el matrimonio forzoso pactado por su familia con un hombre de 35 años y que debía suponer su regreso a su país de origen, Bangladés. Hoy está a cargo de los servicios sociales italianos. Otra adolescente marroquí de 17 años se encuentra oculta en Roma junto a su hija de cuatro meses. Como Semir, también ella tuvo que ser protegida de la ira de sus familiares por haber ido en contra de la tradición.

Muy frecuente en países de Africa, Asia y América Latina, el matrimonio precoz es una lacra que despierta poco interés en los políticos, pero que preocupa a los observadores en Italia. Según Mara Tognetti, investigadora de la Universidad Bicocca de Milán, "el fenómeno está en alza porque cada vez hay más hijos de inmigrantes nacidos en Italia". Las comunidades en las que se producen la mayoría de los casos son "las originarias de la India, Pakistán y, en menor medida, Egipto y Marruecos", explica Maria Paola Nanni, investigadora del centro de estudios de Cáritas sobre inmigración.

2.000 enlaces al año

Se estima que cada año hay unas 2.000 bodas en Italia con adolescentes implicados. En su mayoría, se trata de hijos de inmigrantes y en particular niñas de entre 13 y 17 años. En casi todos los casos estos matrimonios no son legalizados. En los registros del Centro de Documentación Infantil de Italia solo constaron el año pasado 156 uniones oficiales. "Debido a que la ley italiana prohíbe los matrimonios con menores de edad, salvo algunas raras excepciones, muchas de las uniones de menores se realizan en consulados o a través de ceremonias religiosas que no tienen validez legal y no son registrados. En algunos casos, los niños viajan al país de origen para la ceremonia y luego regresan a Italia. En otros, ya no vuelven", asegura Tognetti.

Pocos adolescentes, aunque sí los hay, se rebelan contra la voluntad de sus progenitores. "Y esta es la parte más preocupante --precisa Tognetti--, pues estos jóvenes, crecidos en un estilo de vida occidental, crean fuertes conflictos en el seno de las familias más tradicionales. Ya hemos asistido a tragedias". Como el caso de Hina Salem, una joven paquistaní que trabajaba en una pizzería y que fue degollada en el 2006 por su padre porque se negaba a casarse con uno de sus primos, como había decidido la familia. "Maté a mi hija porque no me obedecía", dijo entonces el parricida.

Otra, en cambio, es la historia de las comunidades de gitanos que viven en Italia. Según explica Paola Liberto, voluntaria de la asociación de promoción social ARCI, que trabaja con varios campos de nómadas de Roma, "es muy común que niños gitanos se casen, y los matrimonios casi nunca son registrados antes de que cumplan los 18 años".

Sin embargo, a diferencia de los demás, los adolescentes gitanos "eligen casarse, en general, de forma autónoma", añade Liberto. "La boda no implica --puntualiza la voluntaria de ARCI-- imposición ni violencia por parte de las familias, aunque igualmente perjudica sus estudios y sus posibilidades de integración social y laboral".