TEtl pasado fin de semana la urbanización cacereña de El Arco, una de las más chic de la ciudad, celebró sus fiestas vecinales y en el certamen vitivinícola ganó el primer premio el vino de Luis Pascual, un pitarra de Ceclavín de sabor intenso, olor profundo y retrogusto a frutas antiguas. Luis Pascual es la versión moderna de los cosecheros de Ceclavín, un pueblo rico en viñas donde mi bisabuelo Severo elaboraba un vino que ganó el primer premio en la Exposición Universal de Barcelona de 1929, la misma que noveló Eduardo Mendoza en La ciudad de los prodigios .

Ceclavín es un pueblo muy especial por sus olores. Pasear por sus calles es como hacer una excursión a una de esas modernas casas de las ciencias donde pones la nariz en un agujerito y puedes oler la marea baja, el heno o los crepúsculos de Menorca. En el agujerito de Ceclavín huele a Extremadura. Ceclavín sabe en estos días de finales de agosto a higos y a almendras que se almacenan en los corrales del pueblo. A medida que avance septiembre empezará a oler a uvas y a mosto. Llegará el otoño, el tiempo de las setas, las aceitunas, el vino nuevo y la melancolía. Después, las calles se llenarán del perfume de las almazaras y de la leña que arde. Se asomará el invierno, nos sentaremos junto al fuego, abriremos una botella de vino de Luis Pascual y brindaremos por la vida que se repite y que en Extremadura es más reconfortante porque sigue oliendo y sabiendo como cuando el bisabuelo Severo llevaba el vino en carros a Barcelona.

*Periodista