Hay manchas que no se borran nunca e historiales delictivos que acompañan a sus protagonistas de por vida. Este es el caso de Alejandro Martínez Singul, más conocido como el segundo violador del Eixample, que esta semana ha sido expulsado de Lloret de Mar por la fuerte presión vecinal pocos días después de que se detectara su presencia en un piso de esta localidad. Aunque apenas permaneció un mes en Lloret, su estancia desencadenó una psicosis colectiva y una ola de indignación que acabó en una campaña de acoso en su contra para que abandonara la ciudad. Los vecinos justifican su actuación y dicen que ahora pueden respirar tranquilos.

Martínez Singul, que estuvo encarcelado desde 1991 al 2007 por una serie de violaciones, está ahora en libertad porque el juez que en junio le condenó a casi dos años por el intento de agresión sexual a dos mujeres en Barcelona, cometido un mes antes, rechazó la petición de la fiscalía para que ingresara en prisión hasta que se resuelva el recurso presentado por su abogado.

Una de las vecinas del inmueble en el que vivió Martínez Singul en Lloret, en la calle Migdia, en pleno centro de la población, reconocía ayer que pasó "miedo" desde que se enteró de quién era el nuevo inquilino del 1º 2, con el que ha compartía rellano. Por eso prefiere no dar su nombre, porque tiene miedo a posibles represalias. "Apenas salía de casa, y cuando lo hacía casi siempre iba acompañado de su madre y de su padrastro. Siempre llevaba gorra y gafas de sol, y hay vecinos que aseguran que a veces se ponía una peluca", explicó la mujer.

UN SINVERG ENZA La vecina tiene dos hijos pequeños y también temía por ellos. "Es un sinvergüenza. Cuando te cruzabas con él te miraba fijamente, casi desafiante, pero yo le mantenía la mirada, porque a esa gente es peor tenerles miedo", aseguró. Esta mujer es la misma persona que, según otros vecinos del inmueble, rodó por los suelos un par de veces en los últimos días porque bajaba corriendo las escaleras para no encontrarse al violador.

La histeria colectiva que desató la presencia de Martínez Singul en Lloret fue considerable. Los residentes del barrio no querían que sus hijas pasearan solas por la calle, y en el inmueble en el que vivía, las mujeres subían acompañadas al terrado cuando iban a tender la ropa. "Tengo amigas que trabajan en tiendas y que salían a la calle con un cúter en el bolso cuando cerraban el local. Había una gran psicosis, pero es lógico, este hombre es una bomba de relojería porque es un enfermo mental", señaló Manel, otro de los vecinos del bloque en el que residía el delincuente.

Manuel Gómez y Cornelia Peñatazo también viven en ese edificio y están indignados con el ayuntamiento porque consideran que no debía haber permitido la presencia del violador en la población. "Cada año, nuestra hija, que vive en Badalona, pasa unos días de vacaciones con nosotros. Este verano no quería venir, porque sabía que ese individuo vivía en nuestra escalera".

La presencia de Martínez Singul en Lloret se divulgó como un reguero de pólvora entre los vecinos de la calle Migdia, y la indignación popular fue creciendo a medida que se extendía la noticia mediante el envío de e-mails y la colocación de carteles de advertencia en algunas calles de la ciudad. Este clamor incluso provocó que un grupo de chavales se dedicaran a acosar la casa del violador y a lanzar latas y botellas a su balcón. Así, el lunes los vecinos vieron con alivio cómo el violador y su familia cargaban las maletas en un taxi y abandonaban el barrio.