Michael Jackson está de oferta, como en la semana fantástica de El Corte Inglés, todo lo que se habla de él vale, sin que nadie aún haya hecho un diagnóstico del personaje. Que el intérprete de Thriller es un monstruo es obvio; cómo si no definir a un ser humano de 44 años que no sabe si es blanco o negro, hombre o mujer, niño o adulto. La cuestión es si el monstruo es peligroso para los demás o sólo para si mismo.

En el programa que recientemente emitieron en España las televisiones autonómicas y que antes había conmocionado las pantallas de Gran Bretaña y Estados Unidos, el periodista inglés Bashir Martin elabora un retrato superficial y fácil del cantante basado en apriorismos y prejuicios que impiden llegar al fondo de la cuestión. ¿Por qué Michael Jackson, capaz de cautivar con su música a medio mundo, tiene tal grado de inadaptación social?

Michael Jackson vive fuera del mundo real, pero sus locuras están alimentadas por quienes son plenamente conscientes de los beneficios que pueden obtener. Desde los padres de los niños que dejan que estos actúen de comparsas del cantante en los procelosos caminos y habitaciones de la finca Neverland, hasta la enfermera Debbie Rowe, que, por un puñado de dólares, fabricó dos hijos para Jackson, sabiendo que éste, incapaz de formar su propia personalidad, difícilmente puede educar a esos dos niños, más otro que el cantante compró a otra ambiciosa de útero fácil.

Desde luego que Michael Jackson no es una pobre víctima inocente, pero su tragedia es que nunca en toda su vida ha tenido a alguien al lado para, como mínimo, llevarle al psiquiatra.