«Ante la plaga de abusos sexuales cometidos por hombres de la Iglesia a los menores, he creído que debía convocarles». El papa Francisco se dirigió ayer, primer día de la cumbre para la Protección de la Infancia en la Iglesia, a los presidentes de las 114 conferencias episcopales y los máximos responsables de las congregaciones, para avisarles de que este encuentro no debe finalizar simplemente con condenas verbales a las agresiones sexuales o a su encubrimiento, sino que debe permitir alcanzar «medidas concretas y eficaces».

Tras su alocución, llegó el momento de pulsar play en el equipo de sonido para escuchar lo que tenían que decir las víctimas de abusos sexuales. Por los altavoces del aula sonaron los testimonios grabados -para proteger su identidad- de cinco personas procedentes de cinco continentes distintos para dejar claro que la pederastia es una epidemia global.

Hasta ahora el Vaticano había tratado cada escándalo enviando al lugar afectado a representantes de la Doctrina de la Fe para investigarlo. Esta cumbre, sin precedentes, es un cambio de estrategia. Francisco ha citado a los obispos para que reciban instrucciones sobre cómo reaccionar ante un problema grave. Y para que sepan en qué consiste tal gravedad, el papa quiso que escucharan la voz de las víctimas. «Lo primero que hicieron [en la iglesia] tras escucharme fue tratarme de mentiroso, darme la espalda y decir que yo era un enemigo de la iglesia (...). A las víctimas hay que creerlas», relató el primer testimonio.

La segunda fue una mujer: «Cada vez que me negaba a tener relaciones con él, me pegaba. Él me golpeaba. Y como yo dependía totalmente de él económicamente, sufrí todas sus humillaciones». El tercero en hablar fue un sacerdote que sufrió los abusos por parte de otro clérigo cuando era adolescente. «¿Qué me gustaría decirles a los obispos? Que escuchen a estas personas».

DEBER DE DENUNCIAR / Charles Scicluna dio alguna pista sobre cuáles podrían ser las medidas «concretas». El arzobispo es el investigador principal de la Doctrina de la Fe, se dirigió a los asistentes para aclarar cómo deben actuar cuando tengan conocimiento de una sospecha: «denunciando».

Tras escuchar a Scicluna, sin embargo, se mantiene la duda de saber cómo se redactaran estas medidas concretas al final de la cumbre «respetando las leyes civiles». Los activistas piden que sea una «ley universal» que expulse a pederastas y encubridores y los entregue a las autoridades civiles. Pero el Vaticano siempre se ha limitado a proponer medidas que después cada obispo elige si cumple o no. Una decisión que toman también según las leyes del país, dado que no en todos se persigue igual el abuso sexual infantil.

Algunos obispos africanos incluso intervinieron ayer para decir que no comprenden tanta preocupación con los abusos sexuales: en sus países, los niños sufren problemas más graves, como la propia supervivencia.