TLta señora entró en el bar presurosa. Se dirigió directamente a los baños y preguntó: "¿Quién es la última?". Una anciana le dio la vez y la tranquilizó: "No tardaremos mucho, sólo vamos a vomitar". Retretes del Hostal Málaga. Cañaveral. Una mañana de finales de agosto. El aparcamiento está repleto. Los lavabos también. Llegan más señoras descompuestas. "¿Quién es la última para vomitar?".

Curvas del Tajo, vaivenes, zigzags, para aquí, para allá. El estómago se levanta, se encabrita, se revuelve, se retuerce. Un par de rectas, se deja atrás el cruce de Coria y retorna el calvario infernal hasta el pueblo: giros endiablados, peraltes imaginarios, una vuelta, y otra vuelta... Y otra más... El estómago ya está en la garganta. El cuerpo ansía devolver cuanto recibió. El látigo, la noria y la montaña rusa, todo a la vez. Carrusel interminable, inasequible a las biodraminas. Por fin, Cañaveral. Café bar Delfi, restaurante Romano, bar Los Arcos, asador Villa de Cañaveral, hostal Málaga... Salvo la churrería La Lonja, todos los bares están a la derecha de la carretera, esperando a los viajeros con el almacén repleto de tónicas y sobres de manzanilla.

Cuando se acercaba junio, alguien con autoridad aseguró que este verano se abriría al menos un carril del tramo Cáceres-Cañaveral de la autovía de la Plata. Ha llegado septiembre, todo sigue igual y nadie ha protestado. Estómagos extremeños: agradecidos y educados, capaces de aguantar sin protestar ni devolver hasta que les toca el turno... "¿Quién es la última para vomitar?".