En la ensalada de cifras que desde hace seis años vienen monitorizando la crisis económica y sus consecuencias, hay un dato relevante que no parece importar a los organismos públicos, a la vista de la falta de consenso que hay en su cálculo. Conocemos, minuto a minuto, los vaivenes de la prima de riesgo, la evolución del PIB y cómo anda el nivel de optimismo empresarial. Sin embargo, a estas alturas seguimos sin saber cuántos jóvenes han tenido que abandonar España para buscarse la vida en el extranjero debido a la falta de oportunidades laborales y vitales que asola el país. El Gobierno habla, aunque sin ser taxativo, de 220.000, pero otros estudios apuntan a 400.000 y algunos elevan el vagón de los nuevos emigrantes a 700.000. Mucha gente, y demasiado significativa, para pasar tan desapercibida.

Desde que este fenómeno emitió señales de haber llegado para quedarse, a la realizadora Icíar Bollaín (Madrid, 1967) le venía causando asombro, y también indignación, que en España hubiera tan poco interés por los ciudadanos que se habían visto forzados a emigrar. La estampa no es nueva, un trasiego de maletas similar ya lo conoció este país hace medio siglo, y la coincidencia acabó despertando la curiosidad de la cineasta. ¿Tendrán mucho o poco que ver los emigrantes de ahora y los de los años 60 del siglo pasado? ¿Compartirán sentimientos, percepciones y expectativas? ¿Qué salieron a buscar y qué esperan de esta experiencia los de hoy?

Estas preguntas, que para su sorpresa nadie se había parado a lanzar, están en el origen de En tierra extraña , la película documental que ha presentado esta semana, donde traza un retrato sincero, sencillo y directo de la nueva generación de emigrantes españoles a partir de sus testimonios. A muchos los conoce de cruzárselos casi a diario. Desde hace dos años, la directora y su familia residen en Edimburgo, aunque ella viaja a España por trabajo. Cuando le contaron que la capital escocesa es, tras Londres, la ciudad del Reino Unido que da cobijo a más jóvenes españoles (se estima que hay entre 20.000 y 30.000), vio claro que el cásting de su siguiente película lo iba a encontrar en las calles de su ciudad de acogida.

VIDAS, SUEÑOS, PENAS Durante un año y medio, ha mantenido continuos encuentros con los miembros de la comunidad española en la capital escocesa --la mayoría jóvenes licenciados, aunque también los hay con otros perfiles-- sin más intención que plantarles una cámara delante, ponerles un micrófono y escuchar lo que tenían que contar sobre sus vidas, ambiciones, sueños, penas y alegrías.

Al final, las preguntas que se hacía al inicio quedaron eclipsadas por la consistencia de las confesiones, la mayoría cargadas de un profundo sentimiento de indignación hacia la difícil situación que les ha tocado vivir y de ira contra los responsables de la misma. "Más que para comparar esta emigración con la otra, sus testimonios sirven para componer un retrato de la crisis contada en primera persona.