James O´Byrne, responsable de reportajes en The Times-Picayune, lleva 25 años ejerciendo el periodismo. Si un día entendió el corazón de su oficio, fue aquel en que recorrió en un bote su barrio, Lakeview, convertido en canal. Las personas salvadas y a la vez atrapadas en los tejados "estaban contentas de ver a reporteros del diario local. Sonreían. Querían que se contaran sus historias".

Eso es lo que hicieron desde el 29 de agosto los periodistas de The Times-Picayune , un diario que ha servido desde 1837 a Nueva Orleans y que, durante y después del Katrina , se ha revalorizado por su esfuerzo --no faltar ni un solo día a la cita con sus lectores-- y por una cobertura de altísimo nivel.

El personal había perdido en algunos casos sus casas. Algunos no supieron en cinco días el paradero de sus familiares. Pero todos pusieron por delante el servicio a sus lectores. Con escepticismo y cautela, fueron quienes menos cayeron en un remolino de rumores alimentados por fuentes oficiales.

El diario tenía sus planes de emergencia para el caso de un huracán pero hubo que tirarlos por la borda cuando pasó lo que nunca pensaron que ocurriría: el agua llegó hasta las puertas del edificio, en la avenida de Howard.

O´Byrne y el crítico de arte Doug MacCash fueron los primeros en ver que la ciudad había sufrido un golpe mucho más duro del que comentaban las radios, que aseguraban que la ciudad se había librado de lo peor. En sus bicicletas recorrieron la ciudad y observaron que los diques, mal construidos, no habían resistido. En una noche sin luz y sin luna, tras atravesar calles ya inundadas, interrumpieron una reunión presupuestaria y anunciaron: "tenemos graves problemas".

Al día siguiente las aguas subían ya por las escaleras de la entrada. Fue entonces cuando el editor, Ashton Phelps, entró en el despacho del director, Jim Amoss. Se acordó evacuar el periódico. Unas 200 personas montaron en camiones de reparto sin rumbo cierto.

Sabia decisión

Después de cruzar al otro lado del Misisipí hubo por primera vez tiempo de reflexionar. En lo que Amoss califica como "la decisión más sabia", un equipo de nueve voluntarios volvió a la ciudad, sin saber cómo ni cuándo podrían transmitir. Otros fueron a Houma, una localidad de Luisiana donde el pequeño diario local les recibió con los brazos abiertos. Otro equipo fue a Baton Rouge, donde contaron con el apoyo de la Universidad Estatal de Luisiana y donde se organizó una redacción en el exilio.

Ese día prepararon una edición en internet que colocaron en Nola.com. "Lo que importaba era producir páginas, no en qué forma llegaran", explica O´Byrne. Los dos días siguientes, la edición electrónica fue el único nexo con sus lectores habituales, protagonistas de una penosa diáspora. El viernes, gracias a las rotativas de Houma, el diario volvió a circular en papel. "Sólo podíamos imprimir dos cuadernillos de ocho páginas, pero era un periódico", explica Amoss.

La odisea ha desatado admiración y elogios. "Fue simplemente fruto de la determinación de un grupo de gente que se negó a decir no. Teníamos que publicar porque sabíamos que la gente lo necesitaba. Somos un periódico", dice O´Byrne.