Las nigerianas son captadas gracias al vudú. Las redes de trata aprovechan la fe y el respeto que tienen las niñas a este sistema de valores. Las someten a «rituales de iniciación, en los que se les rocía el cuerpo con sangre de animales y se les obliga a entregar cosas íntimas, como vello púbico o ropa interior», cita el informe de Apramp.

A continuación, las chicas juran cumplir con «un contrato» en el que se comprometen a pagar los gastos por el viaje hasta España, entre «45.000 y 60.000 euros» de una deuda que deberán pagar con servicios sexuales en calles, polígonos y clubs españoles mientras viven hacinadas en viviendas controladas las 24 horas al día por una mami o madame que las vigila permanentemente.

La organización las hace creer que, si rompen ese pacto sagrado, ellas o sus familiares enfermarán o se volverán locas. Ellas, muchas de ellas analfabetas y educadas bajo un fuerte influjo espiritual, acaban pensando que todo lo malo que les ocurre es porque no han respetado el vudú. Muchas sufren episodios psicóticos, de desvarío o incluso alucinaciones. El terror que sienten es tal que difícilmente rompen con sus mamis. En el 2017, 18 de las 41 menores identificadas por Apramp eran nigerianas.