Al final será imposible determinar cuántos bolivianos apuraron los últimos meses, los últimos días y los últimos minutos, pero conforme pasan las horas aparecen datos que ilustran la envergadura de la angustiosa carrera contra el tiempo que miles de ellos emprendieron cuando supieron que a partir de mañana necesitarían de un visado para entrar a España. Desde octubre, cuando el Gobierno concretó un calendario para la imposición del visado, los vuelos procedentes de Santa Cruz, Cochabamba y La Paz han llegado a Barajas llenos; el regreso lo han hecho con el 40% del pasaje.

La cifra corresponde a la empresa Air Comet, que vuela tres veces al día con dos aparatos de 392 y 236 asientos, pero no hay razón para no creer que el resto de compañías aéreas que conectan Europa y Bolivia no han registrado el mismo fenómeno. A menos de un día de que entre en vigor la imposición del visado, las cifras de los últimos desesperados varían según la fuente: la Asociación de Cooperación Bolivia-España (Acobe) aseguró ayer que en el último año han entrado y se han quedado en España unos 110.000 bolivianos, con lo que la cifra total de residentes asciende ahora a 250.000. La mayor parte de diarios de Bolivia llamaban la atención sobre el hecho de que la amenaza del visado desatara una ola migratoria sin precedentes.

El abogado y portavoz de Acobe, Hugo Bustillo, hizo ayer un llamamiento para que el Gobierno ponga en marcha mecanismos que permitan encauzar de forma legal la inmigración boliviana, como ya ocurre con Colombia y Ecuador. En las terminales de las ciudades bolivianas tenía lugar ayer el mismo caos que se produjo en estos países horas antes de que entrara en vigor el visado: la puerta se cierra y a ver quién se cuela por el último resquicio. "Tengo miedo de que me deporten y me atrapen como a un perro --decía Carolina, que lleva tres años ahorrando para el viaje y ayer hacía cola en Santa Cruz para tomar un vuelo de Aerosur a Madrid, el último antes de la nueva norma--. Estoy en las manos de Dios".

"UN TRATO INHUMANO" En todos los aeropuertos bolivianos primaba la sensación de que entrar a España estos últimos días es cuestión de suerte: la que supone que en Barajas no te vean cara de querer quedarte. Suerte: los hay que llegaron el viernes con una carta de invitación para visitar a su familia y fueron devueltos a su país, y los hay sin duda que venían a quedarse y pasaron. "Nos sentimos humillados", decía ayer una boliviana en Barajas. El ministro de Exteriores de Bolivia, David Choquehuanca, criticó el "trato inhumano" que, dijo, están recibiendo sus ciudadanos en Europa. "No estamos de acuerdo con lo que hace la Unión Europea para devolver a los emigrantes", dijo.

Los vuelos, pese a todo, siguen llegando. De Santa Cruz y Cochabamba pero también de Asunción y de Buenos Aires: los hay que han hecho toda clase de peripecias para llegar a Madrid en un vuelo que no esté marcado, es decir, que no proceda de su país. En uno que despegó de la capital argentina llegó César Castro, un pequeño que viajó solo para reunirse con su madre. "Tengo seis hijos y es el único que me he podido traer. Ahora no vendrán los otros".