Richard Williamson no puede estar callado. Da lo mismo que haya sido expulsado de Argentina por sus declaraciones, que el superior de su orden, la Fraternidad de San Pío X, le haya instado una y otra vez a permanecer en silencio o que el Vaticano le haya exigido que abjure del negacionismo sobre el Holocausto, porque el obispo lefebvrista, a quien el Papa levantó en enero la excomunión que pesaba sobre él y otros dos compañeros desde 1988 por no acatar el Concilio Vaticano II, continúa siendo una fértil fábrica de palabras explosivas y ultrarretrógradas. En esta ocasión, en lugar de poner en duda la existencia del genocidio nazi, como hizo en una entrevista con la televisión sueca --provocando así la mayor crisis en los cuatro años de Benedicto XVI--, Williamson se ha interpretado el presente: el del mundo y el de la Iglesia. La vía para sanar el primero, dice, pasa por una "horrorosa tercera guerra mundial"; la segundo, por el "martirio" y la "sangre". Un futuro de lo más sugerente.

CONSEJO Hace una semana, un padre de familia que se deja guiar por el lefebvrista le escribió pidiéndole consejo. "¿Qué podemos hacer?", le preguntó a Williamson, quien le contestó en una carta que ahora ha publicado en su blog. "En cuanto al desastre de la Iglesia --aconseja--, debemos rezar de forma seria y tranquila. Con la victoria del emperador Constantino, en el año 313 cuando se legalizó el cristianismo, hasta entonces perseguido, los católicos dejaron de enfrentarse a los leones para enfrentarse a las herejías, pero con el Vaticano II descomponiendo nuestra fe y nuestras mentes, la Iglesia oficial ha dejado de combatir la herejía, así que los católicos vuelven a luchar en la arena contra bestias sin cerebro".

El obispo se pone el traje de profeta apocalíptico. "Una nueva era de mártires se cierne sobre nosotros --asegura--. La Iglesia necesita amigos de Dios tan serios como sus enemigos, porque solo la seriedad es capaz de conquistar a estos para Nuestro Señor. Además, esa seriedad no puede ser puesta en práctica con simples palabras sino con sangre".

Antes de sus reflexiones eclesiales, que dejan claro que lejos de acatar el concilio Vaticano II --un paso previo que le exige la Santa Sede para su completa rehabilitación--, lo combatirá por casi cualquier medio, Williamson se detiene en el mundo secular, azotado por la crisis. Aquí también ve sangre y fuego, e incluso recupera las teorías conspiracionistas sobre el 11-S a las que ya dedicó un espacio en sus cartas de hace unos años. "Las torres cayeron debido a una serie de cargas de demolición profesionales", dijo entonces.