Decenas de miles de habitantes y turistas sufrieron ayer una larga jornada de angustia en el oriente de la península mexicana del Yucatán. El temible huracán Wilma barrió la costa caribeña con vientos de 225 kilómetros por hora y rachas de más de 280 en un radio de 140 kilómetros. Mientras, con una lentitud exasperante de 7 kilómetros por hora (que lo hacía aún más poderoso), su ojo cruzaba la isla de Cozumel y se dirigía a la ciudad de Playa del Carmen, donde se refugiaban la mayoría de los 4.000 turistas españoles varados por el ciclón.

La primera pared del centro del Wilma tocó tierra a primera hora de la tarde (ocho de la tarde en España) e impactó en la isla de Cozumel, prácticamente vacía, pero con un millar de turistas refugiados en hoteles. Una hora después lo hacía en la costa para abarcar Playa del Carmen y Cancún. Las autoridades llamaron a la población a "no dejarse confundir" por la efímera calma que durante varias horas traería el ojo del huracán, cuya amplitud era de 65 kilómetros. Al anochecer (madrugada de hoy en España), volverían a entrar de repente los vientos fortísimos.

CIUDADES FANTASMA Con los grandes centros turísticos convertidos en ciudades fantasma y más de 50.000 personas refugiadas en templos, gimnasios y escuelas, el gobernador del estado caribeño de Quintana Roo, Félix González, pidió que nadie saliera a la calle hasta avanzada la mañana de hoy. Reiteró que el "riesgo aparente" estaba en la "confusión que pudieran generar esas horas de calma aparente" al paso del centro del ciclón.

Las calles quedaron desiertas. Por la mañana, el embate de una ráfaga de viento tumbó a un reportero de televisión, mientras las vallas publicitarias y los tanques de gas se iban por los aires, y árboles y postes caían también ante los hoteles y las cámaras.

El Ministerio de Turismo precisó que unos 22.000 turistas lograron salir de la zona, mientras que 18.000 permanecían en albergues en Cancún, un millar en hoteles de Cozumel y casi 20.000 en hoteles de la Riviera Maya. La mayor parte de los turistas españoles estaban encerrados en los grandes hoteles españoles de Playa del Carmen, una población que tenía una sola calle cuando el huracán Gilbert destruyó esta costa en 1988. El turismo la convirtió en la ciudad con mayor índice de crecimiento de toda Iberoamérica.

MANUALES ANTIHURACANES Las cuatro empresas españolas que tienen hoteles en Cancún, Playa del Carmen y el resto de la Riviera Maya afrontaban con seguridad la más grave oportunidad de confirmar la fortaleza de sus edificaciones y aplicar sus manuales antihuracanes. "Estamos en una zona de frecuentes huracanes, por lo que sabemos perfectamente qué hacer en cada momento", aseguró el portavoz de uno de estos hoteles.

Casi un millar de turistas españoles que no estaban en esos centros se refugiaron entre 180 albergues. Algunos se diseminaron por el interior de la península del Yucatán o se trasladaron a Chetumal, la capital de Quintana Roo. Ese era el caso, por ejemplo, de dos parejas, el matrimonio formado por José Ventura y Benita Martín, que celebra sus bodas de plata, y los asturianos Alex Nieto y Beatriz Suárez, en plena luna de miel. Aunque compartían ahora un aula con una veintena de albergados, pusieron buena cara. "El mexicano es muy amable y esta odisea es parte del paquete del México profundo", dijo Ventura.