TEtduardo López Gómez , el juez que ha juzgado la agresión que sufrió una joven ecuatoriana en Sant Boi de Llobregat, considera que los hechos no revisten la gravedad suficiente como para mandar a la cárcel al agresor, Sergi Javier Martín Martínez . En lugar de eso, el joven se pasea por la ciudad perseguido de cámaras, sonriendo a diestro y siniestro, y tomando la palabra que le ofrecen los micrófonos para decir una y otra vez que él no se acuerda de nada, y escudarse en una supuesta borrachera que le obligó a propinar una patada en la cara a una persona que viajaba tranquilamente en el tren, pero que no le impedía moverse con soltura y mantener el equilibrio cuando jugaba a ser omnipotente y atroz, teléfono en mano.

Es verdad que Sergi Javier Martín ha pedido perdón públicamente a la agredida, y a la opinión pública en general, pero, que yo sepa, no lo hizo hasta que no vio cómo su brutal comportamiento se colaba en todos los televisores, y levantaba la voz y la conciencia de los que nos negamos a que el racismo y la xenofobia se cuelen de rondón en la vida de los españoles.

Begoña Sánchez , la portavoz de SOS Racismo, que escribió el manifiesto que se leyó en la concentración del jueves en Barcelona, habla de "racismo silencioso" y denuncia que "parece que si no hay imagen, las cosas no existen".

La actuación del juez ha defraudado a muchos, pero la de la Guardia Civil, que puso los hechos en conocimiento del juez en cuanto visionó el DVD, es un aliciente para aquellos que a veces no se atreven a levantar la voz, y para los que sufren ese silencio.