Poco a poco, el norte de la provincia de Alicante va recuperando la normalidad tras las lluvias torrenciales que convirtieron la zona en una inmensa balsa durante el puente del Pilar. Entre 8.000 y 10.000 vecinos de Calp estaban desde el viernes pasado encerrados en sus casas, frente a las playas de Levante y Capri, pero ayer, por fin, pudieron salir y comprobar por sí mismos las consecuencias del temporal. Varios operarios municipales de esta localidad turística abrieron una zanja a través del paseo marítimo y accedieron hasta ellos. Todos se encuentran en buen estado de salud.

El dispositivo de limpieza, que estuvo trabajando sin pausa durante la madrugada del domingo, achicando agua y retirando barro y escombros, también ha permitido que las calles de los municipios más afectados comiencen a parecerse a lo que eran antes de la llegada de la riada. En El Verger, una localidad que solicitará la declaración de zona catastrófica y donde el mismo viernes murió una anciana de 90 años a causa del temporal, las vías ya no estaban ayer repletas de muebles y electrodomésticos de los damnificados. Estos, si bien agradecieron el apoyo de la Unidad Militar de Emergencias (UME), los bomberos y los voluntarios de Protección Civil, pidieron al Gobierno y la Generalitat Valenciana que las ayudas lleguen "cuanto antes".

Todavía se desconoce el número de inmuebles afectados por el temporal, pero los técnicos del Instituto Valenciano de la Vivienda visitaron ayer las casas de municipios como Dénia, Xàbia y Benidorm para elaborar un informe de daños. En un primer balance, la localidad de Pego estimó que los perjuicios que sufrieron sus infraestructuras rondan los dos millones de euros.

Sin embargo, entre tanta labor de reconstrucción, valoración de daños y limpieza de calles, casas y locales, cinco tramos de carreteras comarcales de la provincia alicantina continuaban ayer cortados.