El penúltimo episodio se ha escrito esta misma semana, cuando se supo que la suya, la tercera del mundo, fue la fortuna que más creció en 2012, gracias al ascenso de las acciones de Inditex en la bolsa. Unos 16.700 millones de euros más que elevan a 43.300 su patrimonio, según la agencia Bloomberg. Cifras inasibles, de una escala que apabulla, como muchas de las que emite el imperio que nació de Zara: 6.000 tiendas en 87 países, 116.00 empleados.

Este leonés nacido en 1936 y que de niño se asentó en Galicia ha hecho de la discreción una seña de identidad. De hecho, no se difundió ninguna foto suya hasta 1999, ante la salida a bolsa de su criatura. Quizá por eso sea complicado discernir dónde acaban los hechos y dónde empieza el mito cuando se habla de él. Pero algo que marcó su mentalidad a fuego fue ver que a su madre no le fiaban en el colmado de la esquina. De los senderos que se bifurcaron en su difícil infancia en A Coruña, él supo conducirse por el del hombre hecho a sí mismo, una historia de épica individual casi norteamericana. De vender camisas montado en bicicleta, a coser sus propias batas de guata en su tiempo libre, hasta montar una tienda en un local de la Quinta Avenida de Nueva York valorado en 247 millones. Una historia, eso sí, con claroscuros.

Tal vez lo que ha hecho de Ortega el emperador de la moda global ha sido su capacidad para entender un mundo complejo en el que la imagen --y esto es casi una ironía-- ocupa un lugar clave. Sin estudios más allá de los básicos, leyó antes que nadie las ansias de un amplio sector de población de clase baja y media de vestir a la última a un precio asequible. La democratización consumista del glamur ejecutada por un hijo de ferroviario desde el finisterre europeo, todo un signo del capitalismo tardío.

Esa democratización, al principio, no fue otra cosa que copiar de las grandes pasarelas y fabricar más barato. Ahora el proceso es más complejo (tiene en nómina a cazadores de tendencias y a diseñadores de todas las latitudes), para que el último grito captado en un garito de Londres pueda venderse en Tokio 15 días después. Lo que no ha cambiado es la fórmula de alta productividad y bajos costes en sus talleres. Al contrario, cada vez produce menos en Galicia y la deslocalización da sus réditos en forma de mano de obra barata. Periódicamente saltan denuncias sobre casos de explotación (infantil y adulta) en empresas subcontratadas de los países emergentes. Se suelen saldar con la rescisión de los contratos a esas firmas.

El donativo a Cáritas

Alérgico como es a salir en la prensa, Ortega debió de vivir con malestar la polémica generada hace tres meses, cuando donó 20 millones a Cáritas. Sectores de la izquierda criticaron la supuesta hipocresía del empresario, por destinar esa cantidad a la oenegé con fines propagandísticos a la vez que elude pagar impuestos. Lo cierto es que, según el periodista Julián Rodríguez, gran conocedor del grupo, Inditex ha sido tan pionero en la moda como en la creación de un sofisticado andamiaje fiscal que le permite pagar las mínimas tasas posibles.

Si nada se tuerce, solo queda un último giro importante en la trama de la vida de Ortega: que su hija Marta herede el imperio. En el 2011 se retiró de la dirección del grupo, aunque no ha dejado de ir a su sede y, sobre todo, conserva casi el 60% de su propiedad. La sucesora, embarazada, lleva años preparándose. Ha estudiado en escuelas de negocios y ha doblado camisetas en un Bershka de Londres, pero no ha visto cómo le dejaban de fiar a su madre unos pocos alimentos. Está por ver si además de miles de millones hereda también la perseverancia y el olfato del padre.