Tras 15 años de sufrimiento, Jesús Félix N., se ha decidido a levantar la voz desde el sofá en que le tiene postrado una esclerosis degenerativa que ha convertido su existencia en una muerte lenta. Por eso acude a los medios para pedir al Gobierno y los políticos la legalización de la eutanasia. "Yo quiero ser un grano de arena. Si otros que están en mi situación también piden el derecho a una muerte digna, quizás vayamos sumando granitos y al final levantemos la montaña que haga que los políticos legalicen de una vez la eutanasia".

Ahora tiene 54 años, pero el calvario de este metalúrgico comenzó en 1991. "Cinco años antes ya empecé a notar los síntomas. Se me caían las cosas. A veces las piernas no me respondían y ni siquiera podía saltar un charco".

La naturaleza degenerativa de la esclerosis de Jesús ha hecho que cada día todo vaya peor. Ya hace seis años que no puede caminar y sufre tremendos dolores en las piernas. "Es una quemazón que te sale de dentro del hueso", explica.

Ahora, además, tiene que dormir con respiración asistida y ya ha sufrido varias crisis respiratorias que han obligado a ingresarlo. Su estado de salud se complica cada vez más, convirtiéndolo en un impedido completo que depende para todo de su mujer, Remei, y su hijo.

En el apartamento, los aparatos que necesita Jesús para su vida diaria están por todas partes, como testimonios mecánicos de que algo no va bien. A la entrada, una silla de ruedas eléctrica carga baterías. Mientras, en la sala, con el sofá y la mesa de comedor comparten espacio una grúa y un bipedestador, el aparato para que Jesús pueda reforzar los músculos de las piernas.

Su sufrimiento y el que está causando en sus seres más queridos es el que le ha llevado a pedir la legalización en España de la eutanasia. "Vivir así no es vivir. Tener que depender de los demás hasta para rascarte la nariz es un suplicio. Este día a día, todo este dolor, es insoportable. Y lo peor es ver como cada día estás un poco peor" .

Su obsesión es poder decidir una muerte digna ahora que está "con plenas facultades" . El y su esposa reconocen haber visto Mar adentro , la vida de Ramón Sampedro. No obstante, ése no es su referente. Ellos no buscan una muerte en la clandestinidad. "No quiero una muerte así. Quiero tener el derecho a una muerte sin dolor, a que un médico ponga fin a mis días legalmente". En el supuesto de que la eutanasia estuviera legalizada, no lo duda: "Pediría que me pusieran la inyección que acabara con mis días. Pediría ser el primero de la lista. No tengo miedo. Más muerto que estoy no voy a estar".