Carcajadas, lágrimas, aplausos y por supuesto, algún abucheo que otro. ¿Qué tuvieron que sentir los asistentes a las gradas en la inauguración del teatro romano allá por el año 16 A. C.? Los vecinos de Augusta Emérita acudían en masa a la inauguración de la fortaleza teatral que se había erigido bajo el amparo de Agripa en un ejercicio de ostentación. Una gran ciudad no podía permitirse no disponer de un edificio para albergar espectáculos teatrales, relatan los cronistas en sus escritos. Día tras día, los aficionados al teatro, que por la época tampoco eran demasiados, fijaban su cita con el majestuoso escenario principal de la ciudad. Menos sublimes aunque parejos en sensaciones compartieron escalones Regina hasta el siglo IV acogió representaciones, Medellín, la ciudad clave de paso entre Augusta Emérita y Toletum --Toledo-- de Quinto Cecilio --antes del 79 A. C.-- y Cáparra, fundada en el primer siglo.

Las conjeturas sobre las obras y las historias de los que poblaban el graderío desde su creación siguen siendo una pregunta, pero los siglos de butacas llenas y emociones no pueden distar de las que provoca el imperio de la piedra construido hace siglos en la región.

Si bien es cierto el silencio se hizo eco durante décadas y enterró los vestigios de épocas anteriores que parece pretenden volver a la vida contemporánea. Pocas regiones mantienen vestigios de patrimonio que puedan conmemorar las actividades que los antepasados, antiguos y respetuosos pobladores, erigieron en su día y dejaron como regalo sin apenas quererlo. En ese aspecto, Extremadura guarda una singularidad de las que pocos pueden presumir.

Como si el rumor de las actuaciones pasadas se hubiera incrustado en la piedra y las butacas --sin numerar-- pidieran que alguien volviera a observar la realidad aumentada del teatro, las décadas pusieron en su sitio a Medea de Margarita Xirgú en 1933. La diosa Ceres observó la primera edición del festival de teatro, que no sin vicisitudes, acumula este año su edición sesenta y dos. Y si la sola posibilidad de emular a los romanos, dueños de los pedruscos apilados en perfecta disposición asume una experiencia única, la dirección del certamen tomó la decisión hace siete años ampliar el hábito a zonas que mantenían la estructura pero que carecían de uso. No fue el caso el de Regina, la primera villa a la que dio la mano, que ya puso en marcha su festival para honrar a sus piedras hace doce años. Medellín fue la más reciente, después de acoger obras para adecentar sus gradas y sus accesos. Y hace unas semanas Cáparra sigue la estela de las dos anteriores. El festival no ha querido confirmar a este diario el acuerdo que anunció la Junta esta misma semana. Será próximo escenario del festival. Y ya van cuatro. Este hecho convierte al certamen en aún más particular.

En su momento, la Junta ya aseveró que la cita es la "única en el mundo" que ofrece representaciones en espacios antiguos. Y la organización del festival lo reitera. Extremadura ostenta ese galardón invisible y cada año lo saca a relucir en sus monumentos, este año a través de ocho obras y --del 6 de julio al 28 de agosto--.

UN PASO A CACERES Este anuncio además de consolidar al certamen por singularidad más allá de las fronteras, abre camino a la provincia cacereña. Hasta ahora, la pretensión del certamen en cuanto a espacios se había concentrado en la provincia de Badajoz, en las zonas aledañas de la capital emeritense. La incorporación de Cáparra al elenco de escenarios hace que el festival abrace por fin a las dos provincias extremeñas. De momento, ni la Junta ni la organización del festival confirman a este diario nada sobre las piezas y cómo será el formato de la infraestructura y la escenografía. Siguen manteniendo negociaciones para adaptar el espacio. Lo que está claro es que los que ocupen la butaca al año que viene podrán rememorar lo que sintieron sus vecinos en el primer siglo.