Después de la expulsión de la jordana-vallisoletana Aida y del musulmán-ceutí Luhay, sólo quedaba una criatura en Gran hermano (T-5) con la que practicar el apartheid de manera completa y total. Y, efectivamente, el jueves expulsaron a Carla, la única señora de raza negra de la jaula. Luhay, que estaba en el plató, se puso muy mosca, como es natural. Y suerte que Aida está ahora mismo en México, sino se hubiera armado una tangana. Ante este panorama, Merceditas --que no quiere oír ni hablar del posible racismo que impregna esta ratomaquia-- decía, intentando tranquilizarnos: "Quiero creer que no, quiero creer que no". Pero en el fondo se horrorizaba. Nosotros, en casa, nunca nos hemos creído lo de los votos. Al menos hasta que un notario certifique, una a una, la procedencia de las llamadas. De modo que estamos convencidos de que estas expulsiones obedecen simplemente a un intento desesperado de que pase algo, de que haya polémica y cacao, porque esta quinta ratomaquia, la verdad, roza el ocaso. El jueves, por ejemplo, vimos que Merceditas salió con el tercer botón de la blusa también desabrochado. ¡Ah!, nuestra admirada Milá puso en práctica el primer artículo del Manual de Momentos Desesperados, que dice: para que la audiencia suba, que el escote baje. Deseamos de corazón que obtenga resultados. Sería preocupante que el próximo jueves tuviera que seguir desabrochándose.