En una plaza del Kremlin de Moscú se exhibe una campana que pasa por ser la más grande del mundo. La llaman La campana del zar. Está agujereada. Los rebaños de turistas se plantan frente al agujero, se hacen fotos, y a los soldaditos rusos que les contemplan desde sus garitas les invade una gloriosa honra interior: creen que están dando al mundo el más colosal ejemplo de poderío campanero. En realidad esa campana es la inutilidad más absoluta. Lo mínimo que se le puede pedir a una campana es que suene, y esa, con su agujero, no suena. Un sinsentido: una campana sorda. Pues fíjense, después de chuparnos todas las campanadas de las cadenas de tele, nos hemos quedado como los turistas del Kremlin: sonriendo como bobos frente a sordos agujeros. Ha sido patético.

Los de A-3 y T-5 coincidieron: más que campanadas sordas lo que vimos fueron espots publicitarios pegados a los relojes: en la primera, junto a las agujas, un cartelón ponía Nokia connecting people; y en la otra una caja de quesitos El Caserío con vaquita menorquina incluida haciendo gestos. Era tan distraído todo aquello que nos olvidamos de las horas. Todo por la pasta, sí señores. En materia de reveillón siguieron caminos divergentes. En A-3 depositaron la martingala en manos del ventrílocuo Moreno. Sonó su voz en un momento dado, por la megafonía --como en viejos tiempos de TVE-1, cuando le tenían prohibido, con buen criterio, que apareciese en pantalla-- y anunció: "¡Que no se mueva nadie, que esto es un atraco!". ¡Ah! nunca hemos estado tan de acuerdo. Salieron entonces unos cuantos a pegarse y acabaron a tiros de pistolas. Todos muertos. Antes hicieron salir al bendito Mariano de Aquí no hay quien viva deseando paz y salud para el 2006. O sea, primero paz y luego tiros. Farsesco. En Tele 5 las campanadas de El Caserío las amenizó la tomatera Carmen Alcayde y el esforzado Antonio Lobato. Acabaron brindando con sidra porque estaban en Oviedo. Cualquier cosa menos cava catalán, es evidente.

Demos los únicos aprobados raspados de la sesión. En La Primera Anne Igartiburu y Ramon García supieron callar cuando sonaba el reloj de la Puerta del Sol. Fueron las únicas campanas sin agujeros. En Cuatro Eva Hache compartió uvas con el Bush de El guiñol. Extraña pareja. Las campanadas, por fortuna, aquí también sonaron, pero Bush anunció: "¡En el 2006 hasta soy capaz de hacerlo peor!". Acabó de rematarnos la noche.