Nuevamente entre nosotros, Ana y los siete (TVE-1). En la anterior temporada la dejamos accidentada, herida, e ingresada en una clínica tras pegarse un mamporro en la escalera de la millonaria mansión en la que trabaja de cuidadora de niños.

Ahora hemos visto que vuelve a casa, pero amnésica total. Es decir, que Ana Obregón tiene que volver a empezar, volver a descubrir a todo el personal: a los deliciosos siete niños, al padre de éstos, el banquero don Fernando, a los criados, al abuelo Nicolás, a la odiosa Alexia y a su madre, que es peor si cabe (qué papelón para nuestra admirada Mónica Randal)...

¡Ah! no es nuevo ese truco de la amnesia. Es viejísimo. Y es de una gran comodidad: una caída, un golpe en la cabeza, un olvidarse de todo, y un volver a repetir las mismas situaciones de la anterior temporada.

Lo único malo de este sistema es que pretende que, además de Ana, los amnésicos también seamos nosotros. Lamentablemente no lo somos, y asistir a la repetición de la misma martingala cansa un poco, francamente.

Celebramos, eso sí, los modelitos que usa Ana Obregón a lo largo de la serie para distraernos. Nada más llegar a la mansión se puso el modelo conejita Playboy en Majadahonda. Las orejas le quedaban muy bien, pero discrepamos de la cola: era rabo de gato, no conejero. Una experta en biología como Anita debería afinar estos extremos.

Euskadi y Cataluña --. Desde la cristalización del pacto de la izquierda, en el Telediario de La Primera de TVE --mayormente en el TD-2 , el de Alfredo Urdaci-- ponen la información política de Cataluña a renglón seguido de la de Euskadi. O viceversa. Es decir, vascos y catalanes en el mismo saquito informativo. Juntitos.

Es una gran idea. Ayuda a conformar un pensamiento único sobre ambas autonomías. Siendo realidades con historia, trayecto y actuaciones distintas, se homogeneizan en el totum revolutum que interesa al Gobierno. Son listísimos.