Mitad músico, mitad escritor, mitad cómico y enteramente británico, aunque pretenda ser estadounidense. A pesar de no ser médico, interpreta a uno en televisión. El protagonista de House (que en España emiten Cuatro y Fox) es, además, un showman. Estamos en los estudios de la Fox en Los Angeles, donde se rueda la quinta temporada de la serie. Hugh Laurie hace juegos malabares con su inseparable bastón, mientras el equipo técnico ilumina la próxima escena, una actividad más a añadir a su historial. "Lo más sorprendente de mí es que no hay nada sorprendente en mí", confiesa el actor cuando le recitamos su colorido currículo.

--¿Cómo explica el éxito?

--Es algo que todos nos preguntamos cada día. Supongo que alguien por ahí tendrá la respuesta, pero nosotros aún no salimos de nuestro asombro. Al público le atrae la idea de que exista una especie de Supermán que te puede salvar la vida.

--Después de cuatro años, ¿qué es lo que más le gusta y lo que más odia de su personaje

--Que sea tan contradictorio y complejo. Por un lado, le gusta divertirse, y por otro, está al borde del suicidio. El hecho de que a veces se comporte como un niño de 8 años y otras se convierta en un ángel exterminador, listo para cargarse a los dragones --sean microbios o instituciones--, me parece muy fascinante.

--Su lado oscuro es lo que más nos gusta... ¿Le presiona hacerlo más dramático?

--Hay una tendencia a crear más drama para que la serie tenga éxito. Yo opino lo contrario: si el juego es bueno, puedes jugar hasta con cerillas, pero si es malo y aburrido, necesitas mucho dinero para hacerlo atractivo. Si los personajes y las relaciones entre ellos son interesantes, la serie funciona. No importa si mueren una o 20 personas. Creo que cuanto menos extremista sea House, mejor.

--¿Qué le diferencia de otras producciones médicas?

--Supongo que el hecho de que lleve el nombre del protagonista la hace ser distinta, porque tanto por razones dramáticas como logísticas, el interés de las cadenas es tener un reparto de actores principales: así pueden mover, quitar o reponer piezas. La serie no tenía título cuando yo entré. Yo me oponía a que llevara el nombre del protagonista, deberían haberle puesto el del hospital, pero no me hicieron caso y ahora tienen que cargar conmigo.

--¿Qué desafíos presenta la quinta temporada, tras acabar la anterior?

--La cuarta nos ha dejado con una situación difícil entre Wilson y House. Los primeros cinco capítulos nos muestran cómo sobreviven por separado, si son capaces de funcionar el uno sin el otro. Al final, se llega a la conclusión de que ambos se necesitan, y la cuestión es cómo volverles a unir. Si consiguen aceptar las diferencias, su relación llegará a ser más fuerte que nunca.

--¿Se le ha contagiado alguna de las neuras del personaje?

--No, yo ya era bastante desagradable antes de aceptar este trabajo (risas). No suelo vivir con el personaje a cuestas, aunque sí con los problemas que conlleva hacer una serie de televisión. Mi día está marcado por cómo voy a interpretar la escena, cuál es la forma más efectiva de llevarla a cabo y cómo encontrarle el ritmo y el tiempo a la misma.

--O sea, que no se ha convertido en un hipocondriaco ni ha sufrido ninguna enfermedad desde que está en la serie...

--Hasta ahora he tenido muy buena salud. No me considero un hipocondriaco, pero no cabe duda de que muchas de las cuestiones que se plantean en la serie te dan mucho que pensar. Por suerte, no pienso mucho: si no, no vendría a trabajar.

--¿Qué le une a la medicina?

--Soy hijo de médico, así que estoy habituado a su presencia. He crecido con un gran respeto y admiración hacia esa profesión. Al contrario de lo que piensan algunos, la medicina occidental, como se ha demostrado, ha salvado muchas vidas. Probablemente, la mitad de nosotros no estaría aquí si no hubiera sido por la penicilina. Eso se presta a una buena reflexión, ¿no cree?

--Estoy de acuerdo. También pienso, como la mayoría, que es el segundo médico más sexi de la historia de la tele, después de George Clooney.

--Estoy de acuerdo en que House, como idea, es un personaje sexi, porque eso de que alguien te pueda curar resulta excitante. Yo lo veo más como una especie de Lord Byron, de genio herido, pero no un sex symbol.

--Su primera novela, Una noche de perros, parece que tiene material para hacer una buena película. ¿Sigue escribiendo?

--No tengo tiempo. Lo peor es que firmé un contrato para escribir una segunda, me gasté todo el adelanto, y la novela no está empezada.

--¿Es falta de tiempo o miedo a que no se le ocurra nada?

--Supongo que un poco de todo. La primera la publiqué con un nombre ficticio. Quería hacer lo mismo con la segunda, pero mi editor se opuso, lo cual entiendo perfectamente.