Foodie love es la primera serie original española de HBO y la primera serie de la directora Isabel Coixet. Asimismo, es la primera vez que Guillermo Pfening y Laia Costa unen sus talentos para componer una deliciosa historia de desencuentros y amor en la que la comida sirve de hilo conductor.

­—Isabel Coixet se declara ‘foodie’. ¿Lo eran ustedes también antes de protagonizar esta serie de culto a la comida?

—LAIA COSTA (L. C.): Yo, sí. Me gusta mucho comer. Y es muy interesante, porque cuando estás con Isabel Coixet, que es la más foodie del planeta Tierra, puedes estar donde sea que si le pides que te recomiende un restaurante o un bar, ella te dirá: «Las croquetas allí, pero el cóctel allá». Hemos estados tres meses con ella y nos ha llevado a todos sus rincones, sus sitios favoritos. Con lo que con Guillermo y yo nos hemos ido empapando de todo esto.

—GUILLERMO PFENING (G. P.): Yo ahora estoy como reformulando un poco ese concepto y pienso que sí que era foodie. Pero un foodie más callejero. Yo he trabajado mucho por Latinoamérica, y soy de animarme a comer cosas en la calle. A veces me he llevado alguna indigestión, pero ya tengo como un anticuerpo a eso [ríe].

—Es otro grado de ‘foodie’.

—G. P.: Hay un lugar en Mar del Plata adonde iba con mi familia los veranos, y recuerdo estar esperando media hora para entrar a comer y decir: «Cuando sea grande, no quiero eso». Pero creo que sí soy foodie. Soy curioso para cocinar: me invento platos, combino sabores, o soy medio experto con lo que tengo en la heladera para hacer algo rico...

—Hay muchas maneras de ser ‘foodie’.

—L. C. : Sí. Es que a veces nos pensamos que ser foodie es gastarse 200 euros en un restaurante con varias estrellas Michelin. Y no es solo eso. Igual es perderte en una ciudad y comer con los locales. Es mantener una relación curiosa y sana con la comida. Foodie es el que puede conocer tanto restaurantes de lujo como bares callejeros. Y diferentes tipos de cocina y de formas de cocinar. Y que lo comparte. Porque si te lo quedas para tí no hay tanto disfrute.

—La serie va de eso: dos personas que comparten una pasión por la comida, que se va convirtiendo en otro tipo de pasión.

—L. C.: Foodie love habla de una relación humana sencilla entre dos personas muy complicadas. Es como ellos intentan conectar, pese a todas sus mochilas y sus máscaras, y todo lo que no se cuentan y los secretos. Es como cuando conoces a alguien por primera vez, que quieres mostrar tus 10 minutos perfectos, pero luego, cuando comienzan a rascar, empezamos a enseñar quiénes somos, y nos sentimos vulnerables o tenemos miedo o no queremos. Y todo esto ocurre siempre mientras estamos comiendo. La relación con la comida es física y emocional. Porque cuando no comes, estás de mala leche y cuando comes estás feliz . Entonces se mezclan todas esas sensaciones.

—G. P.: Para mí la comida está ligada a cómo me siento. Tiene que ver con los estados de ánimo.

—¿Le dijo qué vio en usted para irlo a buscar a Argentina?

—G. P. : Cuando estrenamos la película Nadie nos mira en Tribeca, y gané el premio al mejor actor, Isabel me dijo que tenía que tener agente y me presentó al suyo. En diciembre, me mandó tres guiones que estaban un poco en proceso. Le pregunté: «Ahora, ¿qué hay que hacer?». Y me dijo: «Si te apetece, ya está». Yo también me pregunté por qué me eligió así. Después, me di cuenta de que fue su instinto. De que a los dos nunca nos había visto juntos y que, de hecho, funcionó. Hicimos un gran trío los tres trabajando..

—¿Y ensayaron una semana?

—L. C.: Bueno, ensayo... Comer.

—G. P.: Básicamente era comer. Intentamos leer un poco al principio, pero luego nos dedicamos a comer.

—Y también a conocerse entre ustedes, porque llegarían a un importante grado de intimidad.

—G. P.: Aunque la intimidad tienes que jugarla. Porque por más que te conozcas, es otra cosa.

L. C.: Yo creo que nosotros también nos sorprendimos mutuamente en el set de ver que trabajábamos muy bien juntos.

—En las películas y las series, ya estamos acostumbrados a que dos personas se conozcan y en la siguiente escena se quiten la ropa apresurados. Aquí la relación se cocina muy a fuego lento...

—L. C. : Te dicen: «Tenéis mucha química, los personajes tienen mucha química», pero es una química desde el desencuentro, desde el desacuerdo constante. No es esa química de dos personajes que se gustan y que ves que van a caer enseguida. Que es como que se frenan por lo que sea, pero que quieren. No, estos parece que ellos mismos se convencen de: ¿quién es este tipo? ¿quién es esta tipa? Constantemente se están desacreditando el uno al otro, pero, racionalmente, hasta el tuétano. Y desde ese desacuerdo se trabaja la química, que es más interesante, que tiene que ver que son dos personajes muy complicados y muy cerebrales.

—En las series no se suele comer.

—L. C.: Nosotros comíamos y lo hacíamos de verdad. Es como en la vida real: tú, cuando comes con alguien, comes y hablas, y no piensas si vas a poder comer y hablar a la vez. Lo haces. Y si te enfadas, igual dejas de comer, pero no piensas: como ahora y me enfado y dejo de comer. Lo haces de forma natural, y eso es lo que hacíamos nosotros.

—Parece que se estén inventando lo que dicen, cuando su texto ya les llega perfectamente construido. ¿Cómo logran esa naturalidad?

—L. C.: Isabel quiere ese tipo de interpretación. Si tú le haces una cosa más colocada, creo que te va a decir que no. Además, nos vio en otros trabajos. A Guillermo le vio en Nadie nos mira y a mí en películas y, somos actores que aportamos ese tipo de interpretación. Así que creo que cuando tú, Guillermo, dices lo del instinto, imagino que por eso ella nos escogió también desde un inicio.

—Como a Coixet, ¿les gustaría que hubiera una segunda temporada?

—L. C.: Nos encantaría. Nosotros ya le dábamos a Isabel un montón de ideas de lugares y países adonde podríamos ir a comer.