Jon Sistiaga está de vuelta con una nueva entrega de su brillante serie documental Tabú, esta vez dedicada a los hábitos machistas de los españoles. Con el Ondas bajo el brazo, el periodista vasco explica sus sensaciones ante el nuevo reto.

-¿En qué se diferencia este cuarto ‘Tabú’ de los anteriores?

-Este es el más periodístico. Tabú tenía una tendencia a reportajear temas muy complicados de dar y hacer en televisión, pero de alguna manera un poco filosóficos. Hablar sobre la maldad o la muerte es un poco más etéreo. Esto del machismo es el día a día, lo que te encuentras al salir de casa o en tu propia casa. Es el tema más periodístico y más medido. Había que hilar muy fino y por eso les dije a los jefes que hablaría todo dios, aunque no nos gustara.

-¿A qué se refiere?

-Hay testimonios que duelen o que fastidian, pero el programa se llama Tabú por algo. Va a esos estigmas que tenemos como sociedad y que a veces no queremos escuchar. Creo que es un programa para público inteligente que es capaz de sentarse y escuchar un testimonio que le desagrade, aunque le fastidie y le remueva por dentro. Generar empatía es parte de este programa.

-¿Alguna otra diferencia?

-Que he decidido no salir de España porque el machismo es un problemón que tenemos. Podía irme a lugares donde hay feminicidios como México o Argentina. O irme a otras culturas o sociedades donde la mujer es poco menos que un objeto. Pero yo quería hablar de mi hermana, de mi madre, de mis amigas, de mi hija… Y de mi padre, mis hermanos, mi hijo y mis amigos. Yo creo que este es un temazo para el periodista que en cuanto lo sacas despierta interés. Lo llevo testando durante meses y en cuanto lo saco todos mis amigos y amigas se lanzan porque todos tenemos una legítima opinión.

-¿Cómo reaccionan sus amigos?

-Me he convertido en el Pepito Grillo. Me dicen que soy un pesado y que estoy muy mediatizado. Ahora me fijo en cosas en las que antes no me fijaba. Creo que todos somos machistas.

-¿Se considera feminista después de sumergirse en esta entrega del programa?

-Diría que sí. Pero una feminista de verdad tendría que decirlo.

-¿Hay algún detonante que le haya motivado para elegir este tema?

-No. Desde que dejé de hacer documentales un poco aventureros en el extranjero me planteé un producto nuevo para #0, que era cómo puedo, desde mi experiencia personal y profesional, hablar de temas que durante toda mi carrera he manejado desde el lado del periodismo. Se trataba de hacerlo ahora desde el lado de la persona y de la reflexión. Sabía casi todo de la maldad y de la muerte, y lo único que hice fue ponerlo en imágenes. Del machismo me pasaba un poco lo mismo, pero es verdad que este es en el que más he aprendido. Lo he focalizado porque me parecía un temazo tabú, del que nos joroba hablar. Cuando en una cena con amigos y amigas alguien dice eso de «20 euros por barba»… ¿Y ellas no pagan? Enseguida te responden que es una forma de hablar. Ahí está el demonio, en los pequeños detalles. En el zorro-zorra, guarro-guarra, perro-perra, todos y todas…

-El lenguaje es traicionero, ¿no?

-Si empezamos por el lenguaje, es como meter el dedo en la llaga y resulta un poco cansino. Pero hay que ser cansino. Creo que desde los medios de comunicación deberíamos ser responsables porque tenemos una labor muy importante por hacer. El tipo de letras que se transmite en las canciones o algunos programas de televisión están perpetuando roles para que unos tipos dentro de un tiempo se crean legitimados para llevar a cabo ese dominio de una manera violenta.

-¿Hay mayor sensibilidad aquí que en otros países?

-No. Estamos bastante igual. Mire quién está en la Casa Blanca, un tío con 60 millones de votos que dice lo de «en cuanto eres rico le puedes tocar el coño y no pasa nada». En España hay todavía medios que siguen poniendo el foco en la víctima de La Manada y no en los hechos perpetrados por esa pandilla.