Como corresponsal durante ocho años de TVE, el periodista Carlos Franganillo (Oviedo, 1980) ha podido comprobar lo diferente que puede ser el mundo si se ve desde Moscú o Washington sus últimos destinos en el exterior. Desde hace un año lo observa desde el plató del Telediario 2, en TVE-1, donde intenta contar la actualidad de otra manera. Esa labor acaba de ser premiada con un Ondas y un Iris al mejor presentador. Cuando recogió el Ondas, subrayó «el inmenso honor que es dedicarse a esta profesión», y quiso compartir el galardón con sus compañeros: «Detrás de cada Telediario hay un trabajo inmenso y mucha ilusión, se lo quiero dedicar a la que yo creo es la mejor redacción de informativos de España».

-¿Qué cree que se ha valorado de su trabajo?

-Entiendo que sobre todo una apuesta un poco diferente en los telediarios. No hemos inventado nada, pero sí pretendemos darle otro cuerpo. Los informativos de la televisión son unos formatos muy rígidos, pero se trata de añadir otros elementos… En el informativo de las tres, cuando las noticias están bullendo, es más complicado, sin embargo, en el de la noche se puede buscar algo de contexto, alguna entrevista en directo o, si la ocasión lo merece, salir a la calle a hacer telediarios donde haya noticias de alcance. Nosotros eso lo estamos disfrutando, porque lo contamos de otra manera, y el telespectador lo está acogiendo muy positivamente.

-Cómo le gusta a usted estar fuera del plató…

-Es lo que sé hacer. He estado ocho años como corresponsal, en despliegues, en coberturas, en noticias de alcance de última hora... y estoy muy acostumbrado a eso. Además, es lo que más me gusta de esta profesión. Y poder incorporar ese perfil a un Telediario es un reto apasionante. No es lo mismo poder ir a los sitios y ver con tus ojos lo que está pasando que estar en el plató. Se transmiten las cosas de otra manera.

-Nunca dejará de ser corresponsal, reportero…

-Es lo que más me gusta. Mentiría si digo lo contrario. El reporterismo es lo que más he disfrutado. Y me apasiona la política internacional, con lo cual ser corresponsal era para mí un sueño que he cumplido.

-Y lo ha ejercido usted además en dos grandes potencias muy diferentes.

-Sí. He podido hacer una buena comparación entre Rusia y EEUU. En unos momentos muy tensos y de mucha crispación entre ambos países, he tenido la suerte de ver cómo se ve el mundo desde Moscú y cómo desde Washington.

-Eso le da a usted una mayor perspectiva del mundo.

-Creo que sí. Además, el hecho de ser corresponsal te enseña a despojarte de prejuicios. Te obliga un poco a evaluarlos. Todos tenemos una idea previa del país al que vas por las películas o por lo que sea. Y, de repente, al llegar allí se te caen algunos prejuicios y otros se fortalecen. Ese ejercicio es muy interesante, profesional y personalmente.

-¿Le preocupa que ese trabajo en el ‘Telediario’ no se vea recompensado con una buena audiencia?

-La audiencia, aunque sea en una tele pública, preocupa. Porque somos servicio público, sí, pero nuestra intención es llegar a la mayor cantidad de telespectadores posible. Pero también tiene una ventaja: que los ritmos y los presiones, esa tiranía de la audiencia, no son tan intensos en una tele pública como en una privada. Y eso te permite regodearte o centrarte más en la calidad. Lo demás ya irá viniendo. Nos preocupa, sí, pero lo primero es estar a gusto con lo que hacemos, que guste, que tenga calidad y que esté a la altura de un servicio público.

-¿Le preocupa aún más que se vete a los medios?

-Sí. Son tendencias muy preocupantes que hay que combatir y denunciar. En Occidente, muchos partidos o movimientos populistas siempre han intentado disparar contra los medios de comunicación, porque quizá empieza a haber un sentimiento (aunque en España quizá no tanto) de cierta desconfianza hacia estos. Y muchos políticos aprovechan ese caldo de cultivo que considero muy peligroso.