--¿Sorprendido de su resurrección en la serie?

--Bueno, desde que me fui estaba ya establecido que reapareciese al final de la serie. Lo que no sabía era cuánto tiempo iba a dilatarse ese final y si tendría edad para hacer el mismo personaje. Si llega a durar 10 años, hubiera sido raro que apareciera.

--¿Cómo se puede resucitar a los muertos?

--Siempre hay algunos trucos lícitos dentro de la ficción para hacer pensar que un personaje está en la tumba cuando en realidad no lo está.

--¿Pero cómo se le convence de eso al atónito espectador?

--Diciéndole que los malos son capaces de haber dado una medicación que produce catatonia, de modo que se dictamine la muerte clínica de una persona cuando en realidad se trata de un secuestro.

--¿No quedó un tanto rara aquella escena en la que usted cae por las escaleras y aparentemente muere?

--No sé decir si realmente está bien esa caída o no. Yo respeto mucho a los guionistas. Puedo controlar lo que hago en teatro, pero este es un proyecto que depende de muchas ideas y de muchos guionistas. Acepto las indicaciones que me dan, si estoy en un cómodo 75% de acuerdo. Mi personaje, Héctor de la Vega, tenía que desaparecer porque yo tenía que atender otros compromisos. Además, creo que el personaje había entrado ya en el terreno de la repetición y había que interrumpirlo.

--Cuando leyó el guión de su regreso, ¿le chirrió algo la forma de volver?

--En un principio pensé que se iba a dilatar más mi vuelta y que íbamos a contar en una serie de secuencias lo que había pasado. Pero como se ha decidido acabar ya la serie, era el momento adecuado para desvelar lo sucedido. A mí, como espectador, lo que me divierte en la literatura y el cine es que me engañen con talento. Me gusta sentirme engañado. Creo que esa es la labor de los guionistas y los escritores: la bonanza del espectador es entrar en ese juego.

--¿Termina bien El internado?

--No lo sé. No puedo decir nada porque cada vez que he hablado sobre esta serie he metido la gamba. Me han pedido que sea muy cauto.

--¿Está ya recuperado de aquellos problemas de estrés que sufrió?

--Estoy perfectamente. La verdad es que necesitaba un tiempecito para descansar. De todos modos, el golpe sufrido ha sido relativo. Había parado ya con El internado y me quedaban cuatro plazas fuera de Madrid con la función teatral Arte . Tenía planificado mi año sabático desde hacía siete años. Antes de nada, tengo que decir que me produce muchísimo pudor, en la situación que atraviesa este país, hablar de que estaba cansado de trabajar con el índice tan alto de paro que tenemos. Pero es verdad que he trabajado mucho: he hecho Aquí no hay quien viva, El internado, Gorda, Arte y, en medio, he hecho cine y he llevado el teatro Maravillas. Llegó un momento en que la voz no me respondía y el sueño estaba completamente alterado. Llegué a dormir una hora y media diaria. Pensamos que era mejor parar, recuperarse y volver con toda la fuerza del mundo.

--¿Qué ha hecho para superar un bache tan profundo?

--Descansar un año y no tener ningún tipo de responsabilidad ni obligaciones. Aprovecho para trasladar a los periodistas el enorme respeto y cariño con el que me he sentido tratado en esta situación. Agradezco el poco amarillismo que se ha hecho de este pequeño traspiés. Eso demuestra que hay dos tipos de persona popular: la que lo es por su trabajo, que implica un respeto por parte de la prensa como me habeis demostrado, y otro tipo de famosos al que yo, francamente, no pertenezco.

--¿Y qué hará para no recaer?

--Perder el miedo que tenemos los actores a decir no.