Ultima edición de Caiga quien caiga (Tele 5). La grada de invitados, empedrada de famosos (Trueba, Víctor Manuel, María Barranco...). Juanjo de la Iglesia, encadenado a una mampara. Más de 20.000 firmas espontáneas, de adictos fans de este programa, pidiendo, exigiendo, que no se caiga. Famosos lamentando la desaparición de la banda (la más pintoresca, la de Alvarez del Manzano, alcalde de Madrid: "Por solidaridad, yo también voy a dejar la alcaldía"). Y el doctor Wyoming psicoanalizándose a sí mismo, y exclamando con alegría trágica: "Unámonos, ¡montemos un club de petanca!". O sea, a los directivos de Tele 5, con su guillotina, les cabe el honor de haber cosechado un abucheo general como nunca se había dado antes. Parece pues que el pueblo no celebra esta ejecución, sino que la lamenta, y comprende que aquí hay un juego sucio. La imagen de ayer de esta banda, haciendo su propio y forzado funeral, fue también un tributo a tantos profesionales que también han sido guillotinados porque cantan, muerden o hablan en una clave que no agrada. Asesinatos perpetrados en la lúgubre morgue de los despachos principales, evacuando los cadáveres por la puerta de atrás, sepultados sin una mala oración ni nada. Resaltemos el último esfuerzo de Pablo Carbonell. Clamaba piedad con un megáfono. Es verdad: Juan Carlos I tenía buen rollo con esa banda. Le gustaban. Cabe pues la esperanza: un golpe regio que indulte a los condenados.