Antoni D´Ocon, de 49 años, llamó la atención de la ultraderecha cuando aún era un adolescente y, precoz y audaz, realizó un corto de educación sexual, ¿De dónde venimos las personas?, que se proyectó en colegios. "El Alcázar", dice en alusión al periódico golpista, "dijo que era peor que el libro rojo del cole", la obra de resonancias marxistas que criticó el sistema educativo de entonces.

Desde los siete años, recuerda, supo que lo suyo era el cine. Su primera vocación, que ejerció durante unos años, fue la de actor. Pero un par de series de marionetas, El mágico mundo del mágico Brufi, emitida en TV3, y Los Aurones, estrenada en TVE, lo pusieron en la senda de la animación. Los Fruittis, Delfi y Basket Fever son algunas de las franquicias salidas de la factoría de su firma, D´Ocon Films.

Además de ser uno de los principales industriales de los dibujos animados del país, desde este 2007 D´Ocon es la voz que representa al 95% del sector. Suya es la presidencia de la recién nacida Diboos, la Federación Española de Asociaciones de Productoras de Animación. La nueva organización, que une las asociaciones APIA --ya presidida por él--, AEPA y Avepa, está influyendo en la redacción del anteproyecto de la nueva ley del cine y del audiovisual, a la búsqueda del compromiso inversor --"el 1% de sus ingresos"-- de las televisiones públicas. En la actualidad el cine ya se beneficia de la financiación de las cadenas, que por ley --hoy discutida en los tribunales-- deben destinar el 5% de sus ingresos.

LA APUESTA EXTERIOR

D´Ocon da un par de datos: "Solo el 6% de la animación que se pasa en las TV es del país. Y en cambio el 70% de nuestras ventas vienen de la exportación".

El niño es un gran prescriptor de ciertos productos que se anuncian en televisión y, además, es el público del futuro, "al que hay que fidelizar", dice D´Ocon. Las teles del país, asegura, no piensan lo mismo. Su primer gran éxito, Los Fruittis, que convirtió en aventureras a un grupo de frutas y verduras, se emitió antes en Francia.

Cuenta D´Ocon que con 15 años dio rienda suelta a su pasión por la actuación en Teatro Carátula, un grupo de Molins de Rei, municipio barcelonés donde se crió en el seno de una "familia humilde". Incluso hizo alguna colaboración en las primeras teleseries de TV3. Pero su lugar estaba detrás de la cámara: "Me compré una de Súper 8 y rodé historias de ficción, algunas más politizadas que otras", recuerda de aquellos años de transición política.

Cuando le propusieron el corto con marionetas que inspiró la serie de El mágico mundo del mágico Brufi, se inició en un arte, el de la animación, que desconocía. "Mi aprendizaje fue autodidacta". En aquellos primeros tiempos comprendió que la rentabilidad pasaba por mayores cotas de automatización. Para ello, ideó junto a técnicos de Grenoble (Francia) un sistema de animación que le permitía colocar una serie en el mercado en plazos de tiempo más corto que el de los competidores. El último software lo desarrolló en colaboración con la UPC. Tanto se ha tecnificado esta industria que las plantillas se han hecho mucho más pequeñas. "La tecnología y la reducción del ritmo de producciones explica que si hace dos décadas empleábamos entre 200 y 300 personas hoy demos trabajo a 30".

EL PUBLICO MAS SINCERO

Dice D´Ocon que a sus cuatro hijas pequeñas no les ha hecho pases de sus series: "Han visto algún capítulo, por voluntad propia". En cambio, las ha acostumbrado a ver buen cine --"películas como Lo que el viento se llevó"--, también de animación, aunque la manufactura no sea de la casa --"la última que hemos visto es Happy feet"--.