El gran bufón de la corte audiovisual británica, el popular showman de la BBC Jonathan Ross, se jactó durante la gala de entrega de los Premios de la Comedia Británica de que vale tanto como 1.000 periodistas de la cadena estatal en la que trabaja, que le paga 8,4 millones de euros al año por entretener a la audiencia. Al margen de la petulancia de Ross, que lanzó su fanfarronada en el sitio oportuno, aunque no en el momento más adecuado (el director general de la BBC ha anunciado la supresión de 2.500 puestos de trabajo en tres años), el caso es que tiene razón: en la tele actual se valora muchísimo más saber entretener que informar. Y el súmmum es llegar a informar entreteniendo, porque en ese saco cabe todo. Y como ejemplo, ahí tenemos los telediarios de las teles privadas.

Según calculó el diario The Independent, el sueldo anual del petulante Ross equivale a lo que ganan 200 periodistas que trabajan en Londres. ¿Es coherente esta desproporción? Si la coherencia de la tele es proporcional a la audiencia que tiene y esta quiere evasión, pues sí.

Quizá con referencias más próximas se pueda valorar hasta qué punto hay que silbar, o aplaudir, al ocurrente Ross. En España, aunque sean secretos de Estado, se filtró que Tele 5 pagaba unos seis millones de euros al año a Xavier Sardà por entretenernos con sus Crónicas marcianas ; Andreu Buenafuente cobraba de A-3 unos dos millones de euros al año por hacernos reír con su show , y Ana Rosa Quintana, inefable escritora y periodista, se embolsa unos cuatro millones de euros al año por informarnos entretenidamente.

El rey de los todoterreno (ductilidad muy valorada en nuestras pantallas) es ahora Juan y Medio, que ronda los seis millones de euros al año, seguido de Jesús Vázquez, con 3,5 millones. Detrás aparecen Pepa y Avelino, que dejaron Escenas de matrimonio cuando A-3 TV les dio un millón de euros anuales a cada uno, y Christian Gálvez, que por presentar Pasapalabra se lleva un millón de euros... ¿Y qué pasa en la tele pública? Pues que su peculiar situación financiera la obliga a moderarse, aunque luchen con los mismos condicionantes que las privadas: publicidad y audiencia. Tras tocar techo (o fondo, según cómo se mire) cuando pagaron un millón de euros a Pepe Navarro por 38 días del frustrado Ruffus y Navarro , la estrella de TVE es ahora la incombustible Anne Igartiburu, que supera el medio millón de euros anuales con Corazón de... y ¡Mira quién baila! No sé si la rubia Igartiburu vale lo que 1.000 periodistas de TVE, pero creo que cobra más que las figuras de los TD: Lorenzo Milá y Ana Blanco.

Con este repaso a las finanzas de la tele, que cada uno saque sus conclusiones, pero diría que Ross es un fanfarrón, pero no tiene un pelo de... periodista. No somos nadie: informar no tiene (mucho) precio.