Algunos años e innumerables esfuerzos le ha costado a Karina salir del baúl de los recuerdos, en el que había sido encerrada por un público olvidadizo y una industria adicta a las novedades musicales de usar y tirar.

El jueves pasado lo consiguió al ganar, envuelta en una emoción desbordante, la final de Vivo cantando . Razón tenía Micky, uno de sus competidores, cuando decía que el público del concurso era de los que daría el triunfo a una mujer. Y quién mejor que Karina, que en los últimos años ha hecho todo lo posible para recuperar a sus fans participando en todo programa o tertulia que quisiera contar con su presencia, siempre ingenua, siempre asombrada.

Pero los ganadores han sido todos los participantes, porque el premio no es el CD que va a grabar la triunfadora, sino la promoción que han obtenido todos saliendo durante ocho semanas en televisión, ese medio del que no se puede prescindir si se quiere estar en el candelero. Muy injusto y un poco patético resulta que profesionales como ellos, al margen de que nos lleguen más o menos al corazón, tengan que concursar como novatos para recordar a los espectadores que en España hubo cantantes antes de Operación Triunfo .