Cinco años después de la última gran epidemia de peste, Sevilla ha conseguido reponerse. Sigue manteniendo el monopolio del comercio con las Indias y su prosperidad va en aumento. Pero también la población que se dispara alcanzando unos máximos históricos. El gobierno no es capaz de alimentar a sus habitantes ni de asegurarles unos servicios asistenciales mínimos. El descontento social crece y se cristaliza en el nacimiento de la Garduña, el crimen organizado, que ha tomado el control de la ciudad. Así arranca la segunda temporada de La peste. El actor Pablo Molinero, el gran descubrimiento de la primera temporada, repite con su personaje de Mateo demostrando su carisma a la hora de liderar una serie que en esta segunda temporada cambia de rumbo sin perder su esencia.

—Cuando comenzó ‘La peste’, no sé si imaginaron que habría una segunda temporada, porque era bastante conclusiva. ¿Cómo recibió que habría continuación?

—Siempre se enfocó la serie hacia una única temporada y también tenía su lado bonito que así fuera. Pero cuando se empezó a componer la segunda parte se abrieron nuevas posibilidades muy interesantes. En un primer momento la idea era que transcurriera todo en el Nuevo Mundo, pero se dieron cuenta de que no querían perder la esencia de ese universo que habían compuesto alrededor de la ciudad de Sevilla. Así que decidieron seguir indagando en esa línea y recuperar esa atmósfera. Crearon nuevas tramas, incorporaron nuevos personajes y tomó una nueva dimensión sin perder su espíritu inicial.

—¿Y qué temas se tocarán principalmente en esta nueva aventura?

—La nueva temporada se centra principalmente alrededor del poder, el que representa el cabildo y el subterráneo que está liderado por una organización mafiosa llamada la Garduña. La ciudad se ha convertido en un lugar próspero gracias a la importación de productos de los territorios conquistados, y son muchos los que intentarán aprovecharse de eso. La corrupción moral y política será el tema central.

—¿Cuál sería la evolución de su personaje en esta temporada?

—En la primera parte Mateo estaba muy deprimido, arrastraba una enorme melancolía que curaba con vino, con mujeres, y hay algo en esta cosa oscura y encerrada en sí misma que cambia en esta segunda. En las primeras escenas lo vemos a punto de morir en el Nuevo Mundo, lo salva una tribu indígena, convivirá con ellos y se dará cuenta de que la vida en comunidad es posible, recuperando la fe en el ser humano. Esta nueva manera de mirar las cosas contaminará a toda la serie. Al personaje, además, le permitirá empatizar con aquellos que tiene delante, en especial con Teresa, se involucrará en el proyecto que lleva entre manos, que es sacar a las prostitutas ilegales que viven en el río para intentar darles una vida mejor. Todo esto no hubiera podido hacerlo en la primera temporada, porque estaba imbuido en sus propias miserias y ahora ha conseguido pasar página.

—Esta trama de prostitución y el intento por dignificar la situación de las mujeres del momento, ¿tiene que ver con esa reivindicación en las ficciones del empoderamiento femenino?

—Sí, hay algo de ese empoderamiento que ha ido ganándose poco a poco. Pero imagina en qué situación vivían esas mujeres en aquel momento. Y lo triste es que todavía pueden encontrarse casos similares a lo que cuenta la serie. Hace poco se encontraron en un camión a 30 mujeres muertas, así que hay un espejo tenebroso en nuestra actualidad.

—Háblenos del componente detectivesco de la trama de esta temporada.

—Una de las características de Mateo es que es un tío con cierta perspicacia, es crítico con todo lo que le rodea y eso le hace meterse en algunos fangos importantes. En la primera, con la Inquisición y en la segunda se unirá a Pontecorvo, el nuevo alcalde, para combatir a la Garduña. En la primera, el elemento de thriller estaba más claro, porque había un asesinato y había que encontrar a los responsables y en esta ocasión, el thriller es más genérico. No luchas contra una persona, sino contra una organización criminal que llega incluso a las administraciones públicas, está enquistado en la sociedad. Eso dará lugar a batallas políticas en los despachos, pero también encontramos un parte de guerrilla y brazo armado en las calles. Mateo irá viajando por todos esos escenarios. Está claro que, aunque hayamos evolucionado como especie, el carácter corrupto del ser humano no ha desaparecido en la actualidad.

—Alberto Rodríguez y su equipo se caracterizan por ser extremadamente minuciosos, ¿usted también lo es?

—A mí me parece un regalo, porque yo también soy muy meticuloso y obsesivo. Así que te sientes más confiado a la hora de dejarte en sus manos, aunque tengas poco a lo que agarrarte. Eso hace que aprendas todo el rato. En la primera temporada fue un trabajo muy para dentro y en esta he podido soltar un poco las riendas, he tenido más libertad a la hora utilizar elementos más externos. Pero siempre sin salirnos de ese registro tan comedido y en el fondo tan rico.

—Se dice que esta temporada es más accesible para espectador. Sin embargo, la primera se arriesgaba a poner en práctica recursos muy valientes dentro del ámbito televisivo.

—A mí me da miedo que se pierda el riesgo y las plataformas terminen siendo como los Zaras, ofreciendo en cada país las mismas cosas; que hagan productos demasiado globalizados cuando, en realidad, en lo particular se encuentra la singularidad. Y La peste tenía eso, y yo creo que no se ha perdido en absoluto.