Es uno de esos raros superprofesionales capaces de mantener la prestancia tanto si se habla del déficit del Gobierno como de la comunión de Andreíta. Jordi González (Barcelona, 1962) oficia en La Noria, el directo de Telecinco que lidera --con el permiso de cierto fútbol-- las noches del sábado. A las atracciones de corazón, crónica negra y debate extremo, se ha sumado la entrevista a políticos. Al parecer, estos se dan de bofetadas por salir, atraídos por la incandescente luz de su millonaria audiencia.

--Está en racha. Ahora los políticos hacen cola para subir a su noria.

--Todo empezó con Pepe Blanco. Cuando vieron al ministro de Fomento dar la cara en la semana de los recortes de las pensiones y de los sueldos, los otros pensaron: ±Seguiremos yendo a 59 segundos a que nos vean cuatro gatos, pero vayamos también a La Noria, que tiene cuatro millones de espectadoresO.

--Se desacomplejaron.

--Sí. Tomás Gómez me dijo que el primer día que lo pararon por la calle fue el domingo después del programa. ¡Lleva toda la vida trabajando en la política de Madrid! ¿Es normal?

--Es posible.

--Y me atrevo a decir que la de Artur Mas ha sido una de las mejores entrevistas que ha dado nunca. Creo que le dará un buen rédito electoral.

--A usted le ha dado un mal rédito en TV-3.

--Creo que M²nica Terribas meó fuera de tiesto. La directora de una televisión pública no debe bajar al barro a criticar un programa de la competencia que no es ni mejor ni peor que los que hacen en TV-3. Si acaso, tenemos más audiencia. ¡Qué más querría TV-3 que tener una Noria!.

--Puestos a hacer amigos... Pedro J. Ramírez también le da jarabe de palo.

--Nuestra luna de miel comenzó cuando su diario publicó aquella portada con las fotos de Montilla y Carod y el título Han ganado los animales. No solo me ofendió como catalán, sino también como persona que cree en el periodismo y en la democracia. Lo comenté en el programa y a las tres semanas publicaron su lista de los 10 españoles más odiados. Yo era el décimo. El primero era Carod; la segunda, Belén Esteban...

--¿Será un marcador inverso del éxito?

--Claro. Y me está pasando más ahora. Plantear un debate sobre Esperanza Aguirre y sobre cómo tiene la sanidad en Madrid irrita mucho a los medios afines. Política y corazón son lo mismo, créame. En ocasiones, el debate político de La Noria ha sido más estridente y más de vergüenza ajena que el debate de Tómbola. Igual que hay hooligans de Belén Esteban los hay de Esperanza Aguirre.

--Bueno... Se publicará un estudio sociológico sobre Belén Esteban.

--Un sondeo encargado por mis productores ha demostrado que el 23% de los encuestados querrían un cara a cara entre Zapatero y la Esteban.

--Visto lo visto, ¿en qué mundo vivimos?

--Estamos en una etapa low cost. Triunfan Zara y los bazares chinos, cada vez nos cuesta más pagar por un contenido porque en internet lo tenemos todo gratis. Es una época de "no vamos a profundizar", de "vamos a ser muy epidérmicos".

--Y usted, al meollo de lo epidérmico.

--A mí me gusta mi trabajo, oiga. Estoy en el medio de comunicación de mayor consumo, y encima, en la cadena más rentable de Europa. Cuando eso se junta y encima te pagan de miedo...

--Un día vende a Artur Mas y otro, a Falete y su novio.

--Y mientras, hay mucha gente que se traga el debate político o la entrevista porque después viene Mari Carmen y sus muñecos, y al revés.

--¿Ni una punzada de remordimiento?

--No. He estado presente en situaciones donde eso me ha pasado, porque tengo periodistas que hacen preguntas que no controlo. Pero me parece bien que se discuta con visceralidad. Prefiero a Rahola enfadada que contenta. Y el público también.

--Es usted el perfecto equilibrista.

--¿Usted cree? Mi papel es el del buen anfitrión. Tiene que notarse que es tu casa, pero no abrumar con tu colonia ni con la música que te gusta. No ser egocéntrico, vaya. El secreto es que brillen los otros. Confieso que en mi caso no es inteligencia o mérito, es timidez.

--No le salpica la sangre ni la bilis.

--Quizá es porque no tengo una implicación emocional, como puedan tener otros compañeros. Procuro funcionar siguiendo las cuatro reglas que me enseñaron en la facultad. No aplico otra cosa que el truco universal del periodismo. Luego hay que tener un mínimo olfato para ver lo que a la gente le hace gracia. No disimulo que me hace más ilusión entrevistar a Nacha Guevara que a Núria Bermúdez. Pero como hay mucha gente a la que le interesa la vida sentimental de Bermúdez, tiene derecho a encontrar ese contenido en un programa de entretenimiento. Creo que La Noria se parece a la revista Interviú. Corazón, política, denuncia social, muslo, fútbol, humor.

--O sea, lo que nos mueve son cuatro cosas.

--Sí, y la más importante es el morbo. El morbo tiene mala prensa, pero es el hermano mayor de la curiosidad. Es esa cortina que te permite adivinar quién se está duchando. Si un personaje no tiene un punto de morbo no me hace ilusión entrevistarlo.

--¿La Noria es el reflejo del país?

--Sí, sí, sí. España es un Estado muy pequeño en el que cada uno lleva dentro un presidente del Gobierno, un alcalde, un entrenador de fútbol, un diseñador de moda. La gente sabe de todo. Lo arreglaría todo.

--Usted sabe de todos pero en su vida no hay quien se meta.

--Yo no tengo nada que esconder, pero tampoco nada que explicar. Hace un tiempo dije que no diría nunca con quién me voy a la cama ni a quién voto ni cuánto gano.

--Algo podría soltar, ¿no?

--He pasado 30 años trabajando a destajo. Cuando tenía 40 mi asesor fiscal me dijo que podía retirarme. Tenía para mis necesidades, que no pasan ni por tener caballos ni castillos. Planifiqué escaparme una temporada a Australia y, cuando estaba a punto, mi padre tuvo un infarto. Con un padre infartado --mi madre murió hace 9 años--, uno no se va a las antípodas. Me volví a meter en la espiral de trabajo. Soy consciente de que mi rendimiento en Telecinco es muy bueno, pero estoy recuperando la idea de retirarme. A los 50, quizás.

TELE 5 / LA NORIA /22.00 HORAS