Hace tiempo que no hablamos de Pedrito. Sigue el hombre en su virtuosismo masajista de La 2 (La noche abierta ). Vive una felicidad dulzona y superlativa. Y en esa mantequilla, de pronto, un golpe inesperado. Un detalle. Un quiebro. Una presencia desengrasante y magnífica. El jueves, en mitad de la entrevista al director de cine Fernando Trueba, minutos musicales a cargo de Dieguito 3El Cigala y Bebo Valdés. ¡Ah!, esta vez hay que darle un abrazo a Pedrito. Sin que sirva de precedente, dejo de morderle un día. Hoy no se lo merece. Traernos al gran Bebo y a Dieguito El cigala redimen por una temporada al pedicuro. Por lo menos, hasta la semana que viene, que tiene hora pedida Raphael, y nos contará su reciente trasplante y operación de hígado. Sufriremos mucho. Pero volvamos a los músicos. ¡Qué pareja más extraordinaria! Acompañados de caja y contrabajo, interpretaron aquel bolero cubano tan sentido que popularizó en su día Elena Burke --aquí, entre nosotros, la española Sara Montiel-- y que lleva por título Lágrimas negras . Dieguito lo canta a su manera, o sea, dándole la profundidad del cante jondo. Bebo, al piano, le pone el aire danzón de Cuba. Y el conjunto, lejos de rechinar, triunfa en los oídos. Hemos disfrutado con ese bolerazo bueno que dice: "Y aunque tú me dejaste en el abandono /.../ en mis sueños te colmo de bendiciones". Gracias, Pedrito. Tu salón, el jueves, elevó la pedicura. Arañó el arte con las uñas. Temo lo del hígado de Raphael, eso sí.

Un periodista atípico --. Certero reportaje el que emitió TV-3 sobre la vida de Miguel Gil. Era un abogado barcelonés que a primeros de los

90 se montó en una moto y no paró hasta Sarajevo. Se transformó en un raro periodista: informaba desde el compromiso. Aquel lema, tan profesional, que reza informar fríamente, sin motivos personales no iba con él. Murió en Africa, en un recodo de un polvoriento camino de Sierra Leona. Nos deja una meditable herencia a todo el gremio periodístico.