Es la primera serie española original de la plataforma HBO y la primera para Isabel Coixet, directora con una solvente carrera en el cine, que para este debut propone una deliciosa historia de amor con la comida como hilo conductor: Foodie love.

-‘Foodie love’ la ha cocinado con dos de sus ingredientes favoritos: la comida y las historias de amor. ¿Es este el plato que buscaba?

-Ha salido mucho mejor de lo que pensaba. Para mí era algo casi natural, porque en mis películas siempre hay historias de amor y he intentado que la comida esté presente, porque es parte de la vida. Pero, claro, todo esto que parece muy natural y bonito, si no tienes un sostén estético y a dos actores fantásticos…

-En la serie, la comida, más que gula, despierta lujuria. La estética está muy cuidada.

-Mucho. Porque me parecía, además, que la comida te hace hablar y sentir muchas cosas. Uno puede hacer casi la biografía de una persona a través de sus filias, sus fobias gastronómicas... De las cosas que recuerda de su familia… O todo lo contrario: la ausencia de todo eso dice mucho de una persona. El otro día, alguien me dijo que la serie está muy bien, pero que la comida no le interesaba. Y entonces le dije: ¿Pues para qué la ves?. Si a ti te da igual comerte soylent green, aquella pastilla que creo que estaba hecha de muertos de aquella película de Charlton Heston, Cuando el destino nos alcance, si a ti te da igual esto que comprarte una buena barra de pan con aceite, pues no la veas.

-Pero a usted el postureo del movimiento ‘foodie’ no le va, ¿no?

-Es que a mí esto de que a veces ves a gente en un restaurante que le hace una foto al plato y luego no se lo come... Lo piden como para decir que han ido a tal sitio. Cuando el placer de la comida está en cosas muy básicas y muy simples. El primer recuerdo gastronómico que tengo de algo muy bueno y de asociar tantísimas cosas a esa textura y a ese sabor, es la masa de croquetas de mi madre, que a mí me gustaba comérmela cruda.

-Esta serie podría parecer un gran acto ‘foodie’, pero la comida no solo se exhibe: es el hilo conductor.

-Y la excusa. Tampoco quiero hacer una serie gastronómica. Yo los Martechefs y esas cosas nunca las veo, porque para mí no es un rollo de competición. Hay mucha gente que cocina bien, y si, además, haces estas cosas con celebrities… A mí cómo cócina Tamara Falcó, que seguro que es una tía estupenda, me da igual. No es eso lo que me interesa. A mí me interesa ir a un antro que a lo mejor solo da vermut con anchoas. Aunque si se va a un restaurante con dos o tres estrellas Michelin, estupendo. Pero para mí la excelencia está en las cosas mínimas. Y las historias de amor que tienen un componente gastronómico que une a la gente tienen un plus.

-Una serie cocinada a fuego lento, como la relación que cuenta.

-Me gustaba la idea de que tardaran. Que hubiera tensión sexual, porque me interesa más que la concreción. Pero, bueno, cuando ejecutan, ejecutan [ríe].

-Se sirve de elementos gráficos de cómic, secuencias rodadas en super 8…

-Es que en este momento tenemos tantos recursos para contar las cosas… Hay muchos caminos hacia la narración. También incluyo emojis, que me hacen mucha gracia. Todos esos elementos son puntos divertidos, pero no hago un abuso absoluto.

-¿Y por qué los actores Laia Costa y Guillermo Pfening?

-Porque son los mejores.

-En películas y series los personajes no comen, o comen raro.

-Aquí, no; aquí comen de verdad. Y comen bien, ¿eh? Eso no lo habíamos ensayado.

-Para usted esta es su primera serie.

-Sí. Me habían propuesto hacer cosas. Pero, tal como soy yo, hacer de director de encargo al que le dan los guiones, los actores y todo eso, me habría aburrido muchísimo. Es mucho mejor crear las cosas desde el principio.

-Además de la principal, incorpora otras pequeñas historias de amor. Deliciosas pinceladas.

-Sí. Me parece enriquecedor mostrar y demostrar que hay un mundo más allá de ellos.