Con ademán cansado y alguna ojera perenne, cuatro residentes de cuarto año de Medicina Interna aceptaron el miércoles la oferta de este diario para ver y comentar en directo el estreno de MIR, la nueva serie de Tele 5 y la enésima que recurre al ámbito sanitario para atrapar a la audiencia. En este caso, el guión gira en torno a un grupo de jóvenes médicos que se las ven canutas para hacerse un hueco en la sanidad pública.

"Esto va a ser como Al salir de clase pero con médicos", augura Jaime Lora-Tamayo antes incluso de encender la tele. Su escepticismo se multiplica cuando, a los dos minutos de emisión, uno de los personajes cambia Neurología por Pediatría como quien cambia de marca de dentífrico. "¡No me lo creo!", repite por dos veces. Marga Viladot, por aquello de no precipitarse en el diagnóstico, opta por darse unos minutos. Pero cuando al poco contempla cómo los residentes son tratados a patadas por los jefes, su corazón sanitario se revuelve. "Estos mayores van muy sobrados. Nadie nos trata así, hay mucho más colegueo y estamos mucho más preparados que estos residentes de la serie", defiende.

A Ana Requena le llaman la atención ciertas praxis médicas, como que una médico ausculte a un paciente mientras mantienen una animada conversación --menudo concierto interior, parece pensar-- o que el adjunto tenga un despacho en el que solo faltan un green de golf. Lo que sí le arranca una sonrisa de complicidad es la sensación de vértigo que el residente de primer. "Este es el primer día del resto de mi vida", exclama el novato Mateo en una escena en la que todo pasa a cámara rápida y él permanece inerte.

Oriol Gasch prefiere esperar al corte de publicidad para lanzar su primer dardo de tipo patológico: Enviar a un paciente con un bulto en el cuello a Oncología es irreal. Un diagnóstico de presunción no puede enviarse a Oncología", insiste, apelando a la prudencia y la empatía. Los errores médicos de guión son lo más comentado durante el visionado. Marga apunta otro: "Pierden a un paciente y lo reaniman durante unos segundos, cuando el masaje cardiaco se práctica durante al menos 30 minutos". Ana se mete en la piel televisiva y argumenta que en toda serie de ficción "tiene que haber algo de peliculilla".

RELACIONES DE PAREJA

Las relaciones de pareja es otro tema de fondo que aparece en MIR y que provoca cierto debate. En la serie, la novia del residente recién llegado le abandona a los pocos días de empezar a trabajar en el hospital. No puede con los horarios, el estrés de su novio, que su chico huela a muerto... Las razones no se especifican pero parecen infinitas. "Es cierto que la vida te cambia, pero debes aprender a adaptarla a tu pareja, tu familia, tus amigos...", receta Oriol, felizmente casado con Cristina --nada que ver con camillas y bisturís--, que también ha querido seguir la serie y opina con su silencio. "Lo que es muy real --apunta Jaime-- es lo de las fiestas de residentes. El hospital se convierte en un instituto y hay muchos líos".

En el balance final, tras el larguísimo primer capítulo de más de hora y media, coinciden en que los casos médicos no son creíbles y que las relaciones humanas están excesivamente dramatizadas, pero alaban detalles como la sensación de agobio y presión a la hora de tomar decisiones. Jaime, sin embargo, hay algo de MIR que no olvidará: una de las residentes guarda en su taquilla un osito de peluche. "¡Por Dios, hunde esta serie ya!", reclama al periodista.

Eso está en manos del diagnóstico de la audiencia, que el día del estreno le dio un 16,7% de share, frente al 22,8% de la nueva temporada de Los hombres de Paco en A-3 TV.