Ha declarado Ana Obregón recientemente que con Ana y los siete (TVE-1) ha logrado "derrotar a la telebasura". Y más aún, añadió: "Si hubiera hecho un programa de biología, no me hubiera visto nadie". Aún sintiendo por esta señora una gran admiración, permítanme que discrepe. En primer lugar no ha derrotado a la telebasura: su comedia, aparentemente blanca e inocente, esconde bastante basurrilla también. Reúne esta serie lo peor de la familia Trapp y de la Cenicienta. Su paisaje humano, con los criados y mucamas al servicio del paternalismo de los amos millonetis y con Ana haciendo ver que es la progresista que irrumpe en Puerta de Hierro, no deja de ser un servicio a esa España boba que cree que pintando su caspa con purpurina, en lugar de caspa llevan lentejuelas. En cuanto a que si hubiera hecho un programa de biología no habría tenido audiencia, cabe advertir que una serie sobre la vida, reproducción y muerte de la mosca del vinagre habría sido de gran interés. A condición de que Ana saliese como la melanogaster drosophila, sin ropa y con todo su esplendor volando al descubierto.

Del Manzano no ofende. -- Es de gran utilidad el programa de Dávila (El tercer grado , La 2). Sirve tanto para entronizar a un nuevo cargo del PP como para homenajear a uno que desaparece. El otro día le dio una fricción de Reflex combinado con Nivea al alcalde de Madrid saliente, Alvarez del Manzano. Quedó el hombre como una amapola.