Fueron 28, casi todos ellos menores, en su mayoría afroamericanos, y muy pobres; el más joven solo tenía 9 años. Entre el verano de 1979 y mayo de 1981 fueron desapareciendo de las calles de la ciudad de Atlanta con escalofriante regularidad, y apareciendo semanas o meses después estrangulados, apuñalados o asesinados a golpes o a balazos en bosques, orillas de ríos y callejones.

Algunas de las víctimas se conocían entre ellas y vivían a unas pocas casas de distancia, en vecindarios pobres donde, a cambio de unas monedas, cualquier mocoso accedía a meterse en el coche de un extraño. Azotados por el miedo y la impotencia, los padres sacaron a sus niños de la escuela, los encerraron a cal y canto. La ciudad impuso el toque de queda. Los informativos televisivos adoptaron la costumbre de acabar cada emisión lanzando una pregunta al espectador: "¿Sabe usted dónde está su hijo?".

Conocidos como los Asesinatos de Niños de Atlanta, aquellos terribles sucesos se cuentan entre los crímenes más perturbadores de la historia de Estados Unidos, en parte por los interrogantes que siguen envolviéndolos cuatro décadas después. Eso explica que 'Mindhunter', la estupenda teleserie de Netflix, centrara en ellos su segunda temporada; y explica también que ahora llegue a HBO 'Crimen y desaparición en Atlanta: los niños perdidos', un documental de cinco episodios que se sirve de material de archivo y entrevistas con familiares de los fallecidos para reconstruir los hechos y tratar de arrojar luz sobre sus zonas oscuras.

Tensiones raciales

Asimismo, la nueva serie recuerda las tensiones culturales y raciales en las que la ciudad se vio sumida a causa de ellos. Escuadrones armados de vigilantes afroamericanos empezaron a patrullar sus barrios, y un grupo de madres creó el Comité para Detener los Asesinatos de Niños con el fin de presionar a las autoridades para que intensificaran esfuerzos. Mientras tanto, las desapariciones seguían aumentando.

Durante meses los investigadores ni se plantearon que los crímenes estuvieran relacionados, y los representantes públicos envolvieron el caso de secretismo por temor a que dañara la reputación de una ciudad que en aquellos años trataba de erigirse en un centro de inversiones de primer orden y una meca racialmente progresista gobernada desde 1973 por un alcalde negro, Maynard Jackson.

A mediados de 1980, en todo caso, más de un centenar de agentes trabajaban en el caso, entre ellos una división del FBIen ella, recordemos, se centra 'Mindhunter'; y, meses después, una recompensa de medio millón de dólares llegó a ser ofrecida para quien proporcionara pistas de valor. La investigación copó titulares en todo el país. El vicepresidente George Bush visitó la ciudad para revisar los progresos policiales, y Frank Sinatra celebró allí un concierto junto a Sammy Davis Jr. para recaudar fondos con los que costear el despliegue de efectivos.

Docenas de sospechosos fueron interrogados y algunos de ellos incluso se confesaron culpables, pero quedó demostrado que o bien eran enfermos mentales, o unos mentirosos. El detective federal John Douglas, que fue pieza clave de la investigación y escribió el libro en el que se basa la ficción de HBO, impuso la teoría de que el asesino era un hombre afroamericano; de otro modo no habría podido pasearse por los vecindarios de la comunidad negra ni tener acceso a las víctimas sin levantar sospechas.

El punto de inflexión en el caso lo provocó un cambio de modus operandi por parte del asesino. Los cuerpos de las víctimas, que hasta entonces habían aparecido en tierra firme, empezaron a hacerlo flotando en los ríos de la zona. Semanas después de imponer vigilancia nocturna en una docena de puentes, en la madrugada del 22 de mayo de 1981 los agentes escucharon un sonoro chapoteo en el río Chattahoochee y, minutos después, interceptaron en el puente una camioneta. La conducía Wayne Williams, un afroamericano de 23 años que negó haber lanzado nada al río y cualquier participación en el caso, y que no pudo explicar convincentemente qué hacía allí en ese momento.

Fibras y pelos de perro

Dos días después, el cuerpo asfixiado de Nathaniel Cater, de 27 años, fue encontrado cerca del lugar donde había sido cuestionado Williams, que el 21 de junio fue arrestado no solo por el asesinato de Cater sino también por el de Jimmy Ray Payne, de 22 años. La acusación construyó su argumento tras comprobar que un gran número de fibras y pelos de perro encontrados en el domicilio y el coche de Williams coincidían con los restos hallados sobre los cadáveres; no necesitaron más para que en 1982 su sospechoso fuera declarado culpable y sentenciado a dos cadenas perpetuas consecutivas.

A partir de entonces, los asesinatos dejaron de salir a la luz. Poco después, las autoridades decidieron cerrar las investigaciones de todos los asesinatos no resueltos, atribuyendo la mayoría a Williams a pesar de que nunca había fue acusado de ellos ni juzgado por ellos. Ni él ni nadie.

Presión política

En las décadas posteriores al juicio, muchos familiares de las víctimas han puesto en duda que Williams fuera el verdadero responsable de las muertes o, al manos, de todas ellas. Algunos sostienen que la ciudad cedió a la presión política para que el caso dejara de acaparar titulares y usó al joven como cabeza de turco.

En 1985, la revista 'Spin' publicó un artículo que sugería que el Klu Klux Klan había cometido varios de los asesinatos con el fin de desencadenar una guerra racial, y que las autoridades no hicieron nada porque sabían que arrestar a un hombre blanco habría desatado el caos. Lo mismo opina Williams, que lleva décadas manteniendo su inocencia. Sus intentos de revocar su condena han fracasado, como sus solicitudes de libertad condicional.

Hace ahora un año, la nueva alcaldesa de Atlanta anunció la reapertura del caso, con el fin de aclarar la autoría no solo de las 26 muertes no resueltas sino también de 130 asesinatos de niños más cometidos entre 1970 y 1985. Desde entonces, sin embargo, la verdad no ha salido a la luz. Quizás no lo haga nunca.

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OTROS CASOS ESCALOFRIANTES:EL 'CASO ALCÀSSER'

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