Para Alberto Ammann (Córdoba, Argentina, 1978) hay un antes y un después de Celda 211 . La película le valió el Goya al mejor actor revelación. Ahora, tiene pendiente de estreno dos filmes, Eva , de Kike Maíllo, y Lope , de Andrucha Waddington (donde encarna a Lope de Vega), y desde el pasado 17 de junio lo podemos ver en Antena 3, en la piel de un vampiro que lucha contra su lado animal.

--Su personaje, Alberto, es uno de los que no son como nosotros...

--Sí, aunque precisamente él sueña con tener una vida normal y poder disfrutar de estar con su chica.

--¿Cómo es su relación con los protagonistas, Raúl y Lucía?

--Raúl es prácticamente un hermano pequeño para él, hay una responsabilidad y también cariño. Con Lucía, además de que conoce a su padre, ve que eso que va creciendo entre ella y Raúl es como lo que le pasó a él con su chica.

--Entonces, entiende lo que está viviendo la pareja.

--Sí, está esa cosa de cuando ves que los chavales posiblemente se van a dar un tortazo, pero piensas que tú habrías hecho lo mismo en esas circunstancias. Hay mucha comprensión y apoyo por su parte hacia la pareja, más allá de que la cosa llegue a buen puerto o no.

--¿Cuál es su papel en este centro para los chicos mestizos, mitad humanos y mitad vampiros?

--Cuidarles, ser el intermediario entre Jiménez el director del centro, que tiene un carácter muy cerrado y una parte oscura, y los chavales. También está encargado de ir a buscar a los mestizos que vamos localizando.

--Su personaje tiene una faceta tenebrosa. ¿Cómo la controla?

--Por una mezcla de enojo y culpa. Cuando tú sales de una etapa oscura de tu vida, estar enojado contigo mismo por lo que hiciste te hace no volver a caer en ella. También ha sido una esperanza para él hallar un centro como este, en el que tratan de modificar incluso su genética.

--No soy como tú habla del miedo a ser diferente. ¿Se ha querido extrapolar esa preocupación de los personajes a lo que ocurre hoy en día?

--Yo creo que era esa la intención. Son unos chicos que están aislados de la sociedad por los prejuicios de los que los retenemos allí y, sobre todo, por el miedo. El miedo hace que muchas veces no lleguemos a integrar a ciertas personas en la sociedad o que ellas sean las que no se integren. Creo que ahí hay una metáfora interesante.

--Antes de ponerse en la piel de uno de ellos, ¿le interesaban las historias de vampiros?

--No todas. No me he enganchado a las últimas que se han hecho, como Crepúsculo o True blood . Yo soy más de las antiguas, prefiero a los vampiros de antes, el Drácula de Gary Oldman y las versiones en blanco y negro. Y una película que me gustó muchísimo fue Nosferatu , con Klaus Kinski.

--¿Y qué novedades aporta No soy como tú a las historias que se han hecho sobre los descendientes de Drácula para que enganche al telespectador?

--Por ejemplo, que transcurre en España. En definitiva, es una historia entretenida, que tiene acción, romance y muchos elementos para que la gente se enganche. Y dejando un poco de lado al espectador, creo que hay que destacar que se asuma un riesgo así en España, lo que demuestra que aquí se puede hacer de todo, no siempre hace falta irse a EEUU.

--Su anterior trabajo televisivo, la serie Plan América, no tuvo una buena acogida de audiencia y TVE-1 la retiró a las primeras de cambio. ¿Cómo lo vivió?

--Me lo tomé con calma. Es que yo no tenía ni idea de cómo funcionaba esto. Yo estaba volcado en el personaje, en sacarlo adelante. Y el segundo capítulo en el que salía, que era el cuarto de la serie, nunca se vio. Me dio pena y fue un golpe darme cuenta de que esto va así. Me sorprendió que no se intentara aguantar la serie. Para empezar, que no se le hiciera más publicidad.

--Pero esta experiencia no le ha quitado las ganas de hacer tele.

--Es que yo creo que es un medio sumamente importante y que habría que cuidarlo un poco más por el poder que tiene. Porque, realmente, esta cultura se ha ideado un poco alrededor del televisor, y eso es un riesgo. A veces, es el último miembro de la familia y, lamentablemente, en ocasiones es casi el primero. Con el tiempo, hay que ver qué espacio le da cada uno en su vida. Yo intento darle el justo.