En el tercer capítulo de la segunda temporada de Paquita Salas, Lidia San José (Madrid, 1983), que en la serie hace de sí misma, lanza un guiño a la niña que descubrió la fama a los 15 años con un papel protagonista en la serie A las once en casa (TVE-1). La ficción retrata a una actriz que, desde entonces, languidece a la espera de una oportunidad que la devuelva al primer plano. Se fue a hacer las Américas, pero recibió una llamada de los Javis y lo dejó todo.

-Estuvo en la primera temporada de ‘Paquita Salas’ y ahora aparece en la segunda. Es inevitable preguntarle por el juego de los parecidos y las diferencias.

-En cuanto a las historias que contamos, veo más continuidad que diferencias. Si acaso, creo que los nuevos capítulos son más profundos, tratan temas más duros y delicados, pero no hay un gran salto.

-¿Y en cuanto a la forma de trabajar?

-Eso sí que ha experimentado pocos cambios, los rodajes de Paquita Salas siguen siendo una locura divertida por la gran libertad que los Javis conceden a los actores. Las cámaras han registrado tales barbaridades en el plató que menos mal que ha habido personas con cabeza en el montaje que las han cortado. Por otro lado, ahora hemos llegado al rodaje con los códigos de la serie aprendidos, hemos tardado menos en pillar el tono y ponernos en acción.

-¿La sombra de la plataforma Netflix no se notaba?

-En absoluto. Lo único que Netflix ha influido a la hora de hacer la segunda temporada ha sido saber que había alguien apostando por una serie tan atrevida y especial como esta. La primera parte de Paquita Salas fue un salto al vacío, no sabíamos si aquello iba a interesar a alguien o solo a nuestros amigos. Ahora ya sabíamos que la serie había gustado y que mucha gente estaba esperando con ganas los nuevos capítulos. Entre otros, los señores de Netflix, nada menos.

-¿Recuerda cómo se enteró del interés de Netflix?

-Perfectamente. ¡Como para olvidarlo! Estaba en México, iba camino de una serie que estaba rodando en ese momento cuando me llamaron al móvil para decírmelo. Me emocioné tanto que me puse a llorar.

-¿Lloró?

-Sí, porque aquello significaba mucho para mí. Desde hace años vivo fuera de España por motivos de trabajo y allí no suelo ver la tele. Cuando llegué, recuerdo que tardé 10 meses en conseguir mi primer casting y me pasaba el día viendo series y películas de Netflix. Y pensaba: ojalá algún día participe en algo que se emita en esta plataforma. Ha sido como hacer realidad un sueño.

-¿Y la primera llamada de los Javis, la recuerda?

-Por supuesto. Javi Calvo me escribió por Facebook y me dijo: «Pásame tu teléfono que te quiero contar algo». Empezaron a explicarme que estaban preparando una serie, que llevaban dos capítulos escritos, que habían pensado en mí para un papel… Y antes de que terminaran, les corté y les dije: «Parad, parad, no sigáis, la respuesta es sí, estoy dentro, contad conmigo para lo que queráis».

-¿Y esa seguridad?

-Porque los Javis me parecen unos genios. Los descubrí en una obra de microteatro que protagonizaba Belén Cuesta y me encantaron. Luego vi La llamada en el teatro y volví a flipar. Por eso, para mí era suficiente saber que ellos estaban detrás de la serie para subirme al carro. Cuando me llamaron la primera vez, recuerdo que insistieron: «Oye, mira, mejor léete el guion primero, que quizá es un poco exagerado...» Pero les contesté: «No necesito leerlo, si la serie es vuestra, seguro que es buena, y cuanto más exagerada, mejor».

-La confianza es mutua porque han vuelto a contar con usted.

-Sí, me estoy convirtiendo en una chica Javis. De hecho, lo suelo poner en mis redes en forma de hashtag: #chicaJavis y #chicaNetflix. Es como ser una chica Almodóvar, pero de ahora. De hecho, el humor de Pedro y el suyo se parecen. Yo quiero ser la Carmen Maura de los Javis. Ojalá Paquita Salas dure 18 temporadas.