Rozando la miseria. Isabel Gemio, por ejemplo. Su programa Hay una carta para ti (A-3) genera paisajes tremendos. Es de suponer que comenzó pretendiendo ser un escenario sentimentaloide, ñoño si quieren, pero razonablemente blanco en su intención. Hoy pernocta en zonas negras. El domingo por la noche, tránsito hacia la luna llena, las lágrimas del joven Julio la oscurecieron. ¡Cómo lloraba este joven! Buscaba a su madre, a la que nunca conoció.

Isabel, naturalmente, la encontró. Y más que buscar la felicidad de ambos seres, parecía que el programa sólo buscaba retratar el llanto, el dolor, la congoja. Pretexto para que se pudiera acercar Isabel a Julio a ponerle el brazo en el hombro, en actitud de consuelo mimoso. ¡Ah! qué momento. Mientras el chico se tapaba los ojos con dos kleenex --papel secante hubiera ido mejor--, quizá Isabel pensaba en el repunte de audiencia.

Hay casos mucho peores, evidentemente. Al final de la escalera del tráfico sentimental, en el fondo del agujero, se encuentra, allí instalado, El diario de Patricia (A-3 TV), con Patricia Gaztañaga como sacerdotisa de lo lóbrego. No conoce la piedad ni el respeto esta señora. La sigo por obligación. La he visto oficiar momentos particularmente perros.

El viernes utilizó la difícil relación de un padre, de una madre y de su hija para anunciar el nombre de una firma comercial que realiza pruebas de paternidad. Empujó literalmente a esa familia hacia ese laboratorio. El clima de martingala comercial era intolerable. Infecto. Tras la hazaña, se plantó ante la cámara y lanzó el anzuelo para próximos espacios que perpetra. Primero evacuó este llamamiento: "¿Estás embarazada? ¿No se lo has contado aún a tu pareja? Pues llama y ven al programa, a contárselo en directo". Y luego este otro: "¿Tienes dudas? ¿Quieres preguntarle a tu mujer si eres realmente el padre de su hijo? ¡Ven al programa!". Hay que tener estómago.