La norma en la que se ampara la declaración de reserva fluvial está recogida en la ley del 2005 que modifica el Plan Hidrológico Nacional y obliga a darle una nueva redacción. En esta norma se indica que se crearán "las reservas naturales fluviales con la finalidad de preservar sin alteraciones aquellos tramos de ríos con escasa o nula intervención humana".

Bajo este criterio, la primera propuesta del CEDEX (Centro de Estudios y Experimentación de Obras Públicas) adscrito al Ministerio de Fomento, ha elaborado un primer listado que contempla 357 tramos vírgenes que podrían gozar de esta protección. En total suman 2.927 kilómetros.

La cuenca que suma más kilómetros que merecen ser preservados por estar inalterados es la del Ebro, que suma 217 tramos y 1.562 kilómetros. Le sigue la del Tajo, con 42 tramos y 623 kilómetros.

El resto se encuentra a mucha distancia. Así, la del Guadalquivir suma 21 tramos y 181 kilómetros; la del Duero 12 tramos y 166 kilómetros; la del Júcar 15 tramos y 162 kilómetros; las del Norte, 28 tramos y 147 kilómetros y la del segura 14 tramos y 59 kilómetros. La del Guadiana es la que cuenta con menor número de cauces susceptibles de ser protegidos: ocho tramos que suman menos de 26 kilómetros.

Además, la propuesta incluye otro listado de cauces donde, si bien la influencia del hombre ya ha alterado las condiciones, aún conservan un nivel ecológico bastante bueno y deberían gozar de una protección, si no igual que la de las reservas, sí muy alta.

Aquí se incluyen 98 trazados que suman casi 1.300 kilómetros de ríos. Nuevamente, es la del Ebro la cuenca con mejores condiciones, con 41 tramos y 620 kilómetros a proteger.

En cuanto a las cuencas que riegan Extremadura, la del Tajo tendría en este segundo nivel 12 tramos y 127 kilómetros, mientras la del Guadiana vuelve a ser la menos protegible con sólo tres tramos y menos de 15 kilómetros.

La delimitación de estos trazados se realizó en tres fases. En la primera se seleccionaron todos los tramos de río que no tuviesen ninguna infraestructura de regulación. Esto suponía que casi la totalidad de los escogidos fuesen arroyos de montaña. La segunda parte fue la comprobación del estado de la vegetación y de las propias aguas. Finalmente, se prestó atención a trazados que tuviesen alguna protección ya para ver si podría ampliarse el catálogo.

El objetivo final es crear zonas fluviales que se mantengan sin alteraciones, tanto para su preservación ecológica como por su importancia como espacios donde pueda estudiarse de manera fiable cómo son los ríos de cada zona.