El 9 de abril de 1984 empezaba a funcionar en la Garriguella (Gerona) el primer parque eólico de España, unas instalaciones que hace ya tiempo agotaron su vida útil y de las que ya ni siquiera queda rastro. Casi 26 años después de que comenzara la carrera de la energía eólica en España, Extremadura continúa sin haber cruzado la línea de salida. Y parece que así seguirá varios años más, después de la no inclusión de ninguno de los proyectos extremeños en el registro de preasignación del Ministerio de Industria.

Este ha sido el último episodio de una relación, la de Extremadura con la energía eólica, que desde sus inicios ha sido de todo menos fácil. Y es que la implantación de aerogeneradores fue durante años vista con malos ojos por el Gobierno autonómico, que argumentó que estas instalaciones no generaban ni empleo ni riqueza, y que además suponían un importante impacto ambiental (visual, sonoro y sobre la avifauna). De esta forma, durante buena parte de los noventa se rechazó frontalmente la construcción de parques en suelo extremeño y solo a inicios de la década siguiente se abrió la puerta a su puesta en marcha, siempre que los aerogeneradores viniesen acompañados de proyectos que generasen un número significativo de empleos. Así, en mayo del 2000, el presidente de la Junta de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, aseguró en la Asamblea que tenía sobre su mesa 150 proyectos eólicos, que sumaban una inversión de más de 3.000 millones de euros, pero reiteró que no se permitiría "colocar los molinillos aquí para suministrar energía a industrias que se instalen fuera".

Las cosas habían cambiado poco cuando tres años más tarde el entonces consejero de Economía y Trabajo, Manuel Amigo, se refería a los promotores eólicos como "iñakis" (en referencia al capital vasco de las empresas) e insistía en que no se podían instalar a cambio de nada en la región, de forma que la única actividad que generasen fuera la de echar "tres en uno a los molinillos" cada vez que se necesitara que fuesen más rápido.

Excedentarios en energía

Otro argumento que se dio contra los parques fue el de que Extremadura es excedentaria en producción energética. "Al producir más energía por el simple hecho de producir más energía Extremadura no tiene ninguna ventaja. El aprovechar la energía limpia..., estamos de acuerdo, ¿pero aprovechar por quién?", indicaba el director general de Industria, Alfonso Perianes, en la Asamblea en febrero del 2005. Sin embargo, ese mismo año, parecía que comenzaba a despejarse el camino para los promotores con la publicación de un decreto por el que se abría un proceso de concurso para la autorización de estas instalaciones. Eso sí, los requisitos, tanto de creación de empleo (tres puestos por megavatio instalado) como de ubicación eran estrictos. "Si no les gusta, que no se presenten", dijo Ibarra, que remató asegurando que en Extremadura "sobra energía" pero lo que "faltan son puestos de trabajo".

Presentarse, se presentaron, pero ninguno de ellos --y fueron 116-- cumplieron los requisitos impuestos por la Junta. Esto supuso la apertura de un nuevo concurso que no culminó hasta que en agosto del 2008 se adjudicaron 22 instalaciones con una potencia conjunta de 470 megavatios. La idea entonces era que estuviesen vertiendo energía a la red el año próximo, un horizonte que, hoy por hoy, parece inalcanzable. "Llevo diez años en esto y no he visto otra comunidad autónoma donde las condiciones para instalar parques eólicos sean tan duras, en todo, planes industriales, impuestos...", lamentaba hace unos días el responsable de una empresa promotora que concluía: "Dudo mucho que en el futuro se planteen más proyectos eólicos en Extremadura. Creo que el sector ha quedado suficientemente escarmentado".

En noviembre pasado, el consejero de Industria, Energía y Medio Ambiente, José Luis Navarro, reconoció que la Junta contemplaba la posibilidad de modificar el borrador del nuevo decreto sobre energía eólica. "No debemos equivocarnos a la hora de fijar estas exigencias, de forma que hagan inviable la energía eólica", dijo.