Eduardo Hernández Bueno es uno de los 43 trabajadores que forman parte del grupo de prejubilados tras el Expediente de Regulación de Empleo (ERE) que Cetarsa ha llevado a cabo en la fábrica de tabaco de Coria. Una prejubilación que le ha llegado a los 55 años, antes de lo esperado, y que pone fin a 32 años de intensa dedicación desde el primer día que entró, en 1978, cuando la fábrica se puso en marcha. "En estas 32 campañas ha habido tres etapas bien diferenciadas, una de iniciación, otra que definiría como la dorada y otra en la que ya comenzó la decadencia", comenta el propio Eduardo mientras observa desde la lejanía y con nostalgia las instalaciones en las que hoy apenas queda actividad.

Para este placentino afincado en Coria y que entró en la fábrica con 23 años de edad, la reducción de la producción y de las jornadas laborales de los últimos años hacían presagiar un final incierto, aunque al igual que sus compañeros, asegura que nunca pensó que sería víctima del cierre de la industria. "Todos esperábamos una reestructuración como hemos visto en todas las empresas, pero nunca un cierre tan drástico, me da mucha pena", confiesa. Está convencido de que podía haberse hecho algo más para evitarlo, especialmente, por parte de los gobernantes. "¿Dónde están los políticos del ayuntamiento, de la Junta y del gobierno central, dónde están?", se pregunta. "Pienso que Cetarsa no ha hecho todo por mantener la fábrica, ya que con la maquinaria que tenemos podía haberse continuado con parte del proceso del tabaco rubio y eso hubiera permitido dar un poquito más de continuidad a la industria, como han hecho otras empresas que han buscado otras soluciones sin tener que cerrar", añade.

Reconoce que el parón, prácticamente total de la actividad de la fábrica, ha caído como un jarro de agua fría no solo para él, sino también para el resto de sus compañeros con los que tiene menos contacto desde el pasado 23 de junio, último día que acudió a su trabajo. Atrás quedaron esos primeros años, concretamente a finales de los 70, en los que la puesta en marcha de la fábrica de tabaco era junto con la industria de tomates las grandes impulsoras de la industrialización en Coria. "Cuando yo entré como operario las primeras instalaciones estaban en lo que ahora se conoce como Cepansa y no pertenecían a Cetarsa sino que antiguamente era la Agencia Nacional del Tabaco, así era como antes se llamaba; dos o tres años después la fábrica se trasladó junto a la carretera, donde está ahora". "En aquella época pagaban semanalmente y te daban el dinero dentro de un sobre. El trabajo que hacía era el mismo que he hecho hasta ahora, recepcionar el tabaco fermentado y hacer pilones de tabaco, aunque es cierto que el procedimiento ha cambiado mucho. Antes era más manual y ahora hay más maquinaria".

Esta primera etapa que Eduardo señala supuso para para él y para el resto de compañeros unos años de adaptación y de conocimiento. Después, a lo largo de los años 80 y ya bajo una dirección distinta, llegó la mejor etapa, la edad dorada , como él mismo la define. "Durante ese periodo la gente estaba más ilusionada, había más flexibilidad, más ilusión y motivación, esos años fueron muy buenos", recuerda. Pero, con el paso del tiempo, llegó la decadencia con la reducción de las jornadas laborales, aunque Eduardo al ser el número uno en el censo de la fábrica, era el que más meses trabajaba. "Yo trabajaba once meses y llegué a trabajar nueve, aunque había compañeros que trabajaban dos meses". Fue miembro del Comité Intercentros y firmó el II Convenio Colectivo, algo que hoy ya recuerda entre la satisfacción y la añoranza en su casa junto a su mujer e hijas.