La lucha no ha acabado». Así de tajante se muestra el activista Pedro Pasos. El primero de septiembre de 1979 Extremadura viviría una jornada de las que quedan para la historia. En la memoria de Pedro, sin embargo, fue una acción más entre otras tantas para frenar un proyecto que él califica de «aberración». A sus 75 años, Pasos rememora con nitidez cómo se enteró de los planes de instalación de la central nuclear en Valdecaballeros: «Era el año 1974. Lo leí en una nota del Diario Ya. No me lo podía creer», cuenta.

Precisamente él no era ajeno a lo que suponía la energía nuclear: «Yo soy ingeniero industrial. En 1968 presenté mi proyecto fin de carrera ante la Junta Nuclear de aquel entonces. Yo creía en la energía nuclear», recuerda. «Pero al hacer ese proyecto conocí realmente lo que eso suponía», añade.

Tal y como rememora Pasos, aquella era la época en la que la energía nuclear era vista como la «panacea»: «Estaba la crisis del petróleo y había también mucha desinformación. Recuerdo que se decía que íbamos a tener, no sé, camisetas radioactivas o que el agua radioactiva era beneficiosa para peces y cultivos. Una locura», asegura.

Por eso, se puso manos a la obra para impedir que la central empezase a funcionar a tan sólo ocho kilómetros de la finca donde además proyectaba una comuna agrícola: «Fue todo un proceso. Hicimos muchas charlas. Había que explicarlo todo porque la gente por aquel entonces no sabía ni lo que era la energía nuclear. Mientras tanto la promotora empezó a comprar terrenos, a ‘enredar’», dice. «Tenían dinero, empezaron a comprar voluntades y la oposición del principio se fue diluyendo en el pueblo», argumenta.

Aún así, «la mecha había prendido» y ecologistas, junto a regantes y otros activistas siguieron con su lucha, que desembocó en la manifestación de Villanueva de la Serena: «Surgió a raíz del encierro de varios alcaldes de la provincia en el Ayuntamiento. Recuerdo que allí se presentó un chaval que se llamaba Rodríguez Ibarra que se ofrecía a mediar en Madrid. Luego se colocó en la cabecera de la manifestación, quizás inmerecidamente», detalla Pasos.

«Pero la manifestación no fue el punto final. Nosotros logramos ralentizar el proyecto hasta que ya casi quedó obsoleto. Por ejemplo, para cuando se paralizó no tenía torre de refrigeración, que ya era necesaria. Se dieron las condiciones económicas, técnicas y algunos accidentes que lo frenaron del todo», añade.

«Y tenemos que seguir luchando. El día 8 en Almaraz contra la central y en el día a día contra las aberraciones de proyectos extractivistas como las minas de cielo abierto», remarca Pasos.

Por el momento hoy, a las 12 de la mañana, Ecologistas en Acción de Extremadura ha convocado una concentración frente al Ayuntamiento de Villanueva de la Serena. Un acto «muy sencillo», según describe a este periódico el portavoz de la organización Sergio Zapatero.

«El objetivo es recordar cómo fue esa lucha. Hablarán personas que estuvieron en aquel momento», cuenta Zapatero.

«También vamos a enlazar esa lucha con otras que hubieron en la región con otros proyectos tan destructivos como la Refinería Balboa en la comarca de Tierra de Barros o el Cementerio Nuclear de los Ibores y con luchas que enfrentamos en el presente. La más urgente es la de la emergencia climática», añade.

Para Ecologistas en Acción de Extremadura el mensaje es claro: «Recordarle al pueblo extremeño que tenemos que seguir movilizándonos y que saliendo a la calle se consiguen cosas», dice Zapatero.

A la pregunta sobre el desarrollo económico que hubiera supuesto la central, Zapatero no tiene dudas: «Las centrales nucleares están en una fase terminal pero no sólo en España, a nivel internacional. En Campo Arañuelo está Almaraz y es una comarca golpeada por el desempleo», asegura. «En las condiciones actuales precisamente lo que se necesita es una transición ecológica y económica para la llamada España vaciada. Planes para reactivar económicamente las comarcas rurales pero a través de la sostenibilidad», remarca.

Para Zapatero la crisis climática demuestra que los activistas de ayer no estaban equivocados y que las energías limpias son la única alternativa de futuro. De hecho, Ecologistas en Acción prepara varias movilizaciones y actuaciones a finales de septiembre para poner el foco en el calentamiento global ya que «la supervivencia de la propia especie humana está en juego».

«Lo que está claro es que no podemos dejar las cosas sólo en manos de los políticos y los gobiernos. No se puede dejar de luchar por nuestros derechos», afirma Zapatero.

La central, en cifras

400.000 millones de pesetas. Unos 2.043 millones de euros. Ese fue el coste aproximado de la construcción de la central de Valdecaballeros. Una deuda que se amortizó en 2015 tras algo más de 30 años pagando un pequeño porcentaje en el recibo de la luz. La central contaba con dos reactores: el primero estaba listo al 70% y el segundo al 60%.

Durante la construcción, al pueblo llegaron alrededor de 5.000 trabajadores junto a sus familias, lo que provocó un gran dinamismo económico: nuevos hoteles, restaurantes, urbanizaciones... Lo nunca visto en el pueblo por aquel entonces.

En la actualidad el debate sobre la conveniencia, o no, de la energía nuclear sigue vigente.

El futuro de Valdecaballeros

«Hay gente que entiende que fue un alivio y gente para la que fue un desastre. Hoy la central no es más que un recuerdo y lo que urge es mirar hacia el futuro», dice Gregorio Rodríguez Dueñas, actual alcalde de Valdecaballeros.

Rodríguez, un niño cuando se promovió el proyecto, recuerda que «en su momento supuso un cambio radical en la vida del pueblo» pero afirma que «no sirve de nada lamentarse, porque tampoco hay un criterio unificado sobre las ventajas e inconvenientes».

El alcalde prefiere hablar de la planta fotovoltaica de 264 MW proyectada que se uniría a las otras dos que ya están en funcionamiento en el municipio: «Tenemos el sol, la tierra y la subestación. Podemos convertirnos en referente para las energías renovables», afirma.

De la central nuclear lo único que queda ya es un terreno que quedó para pastos y el hormigón de unas instalaciones que nunca echaron a andar.