Mariano Rajoy debería evitar el "ya lo decía yo", porque en política no hay nada peor que hacer insoportable la evidencia. La receta es muy sencilla: "Presidente, te has metido en un lío y yo le tengo tanto amor a España que voy a ayudarte a salir de él". El abrazo del oso de Rajoy está obligado no solo por ser la estrategia política adecuada para presentarse como alternativa de gobierno, sino porque recuperar la unidad es indispensable para la lucha antiterrorista ahora que ETA ha renovado sus amenazas. Si Rajoy actúa con inteligencia le recordará al presidente sus errores, pero le ofrecerá ayuda de una forma que nadie pueda pensar que es una trampa.

La oferta de Rajoy tiene que ser, como en las películas de El Padrino, imposible de rechazar. Y la ecuación de costes es muy simple: el PP perderá el terrorismo como instrumento de desgaste del Gobierno, pero el Gobierno perderá la irresponsabilidad del PP como el ungüento amarillo que disimule todos sus errores. Apoyar la política antiterrorista, en el supuesto caso de que el presidente sea capaz de proponer una alternativa a la dubitativa y oscura trayectoria de los últimos meses, es la mejor opción para el PP. El Gobierno necesita una sobreactuación de firmeza y Rajoy tiene que tapar el exceso de agresividad en su política antiterrorista. Es cierto que ETA, al demostrar que no tenía ninguna voluntad de negociar, ha terminado por darle la razón al PP, pero este partido necesita que se olvide la irresponsabilidad profunda con que ha manejado este asunto ante los ojos de muchos ciudadanos.

Tiene Rajoy algunas guindas para adornar su banquete. La primera, el tránsito obligado e inexcusable de De Juana del hospital hasta la cárcel. Se lo ha puesto en bandeja el terrorista vasco con su chulería. Si no quiere brazalete, tendrá presidio. Y si quiere morir en el intento, que se haga la voluntad de Dios. El presidente no tiene ahora margen para ser débil con quien le echa pulsos desde el terrorismo en pie de guerra. Y tiene también Rajoy una oportunidad de oro en la Audiencia, donde el juez Marlaska ha reabierto el procedimiento contra Otegi por apología del terrorismo. Son dos piezas codiciadas por el PP y ahora el presidente no tiene más remedio que concedérselas.