TDtecía Mark Twain que un banquero es un señor que nos presta un paraguas cuando hace sol y nos lo exige cuando empieza a llover. Durante años, y más desde la llegada del euro, España ha sido un país donde siempre hacía sol. Se ha creado mucho empleo, que permitía trabajar y, en consecuencia, obtener ingresos a un número cada vez mayor de personas que, a su vez, compraban cada vez más productos y contrataban más servicios, lo que permitía que las empresas siguieran creando empleo. Este círculo vicioso de la riqueza ha permitido asumir con total normalidad las incesantes subidas de precios que, invariablemente, experimentan bienes y servicios, al menos, una vez al año. Pero no había problema. Si necesitábamos más dinero, acudíamos al banco y lo conseguíamos sin ninguna dificultad. Las asociaciones de consumidores llevamos años advirtiendo de los problemas que un excesivo nivel de endeudamiento podría causar en la economía doméstica. Y ahora que llueve con fuerza, podemos afirmar que no nos equivocábamos.

Las subidas de precios se siguen produciendo, pero ahora el consumidor no puede asumirlas. Los empresarios, que creían que las vacas gordas nunca huirían de sus establos, se están viendo obligados a modificar sus estrategias comerciales, bajando precios y tratando de fidelizar a sus clientes. También los consumidores nos hemos visto forzados a cambiar nuestros hábitos de consumo, por ejemplo, en la cesta de la compra, en la que cada vez es más frecuente la presencia de productos de marcas blancas y menos la de artículos de valor añadido. Adaptarse a la riqueza es sencillo. Hacerlo a la austeridad no lo es tanto. Pero el consumidor es consciente de la nueva situación económica y se prepara para los meses que vienen, preguntándose si realmente necesita los bienes y servicios que hasta ahora tanto se había esforzado por conseguir y poder mantener, para ser feliz.

* Presidente de la Unión de Consumidores de Extremadura